Actualizado el martes, 27 octubre, 2020
John Gray es un relevante filósofo y teórico británico actual, pedagogo del pensamiento europeo, que nos desvela los misterios utópicos de las sociedades y nos advierte, desde su posición incrédula, del progreso.
No todo lo que se teoriza en una idealización puede resultar efectivo en la realidad y, en relación al progreso humano, el misterio de la evolución no consiste en la acumulación de conocimiento, sino también en la reflexión y el pensamiento humano.
«La creencia en el progreso logra realmente, en cierto modo, embotar nuestros sentidos y anestesiarnos, y nos ciega ante la posibilidad permanente de que males pretéritos regresen súbitamente y se conviertan de pronto en algo normal».
Dos de sus obras más importantes son Perros de paja del 2002 y Misa negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía del 2007. En la primera obra, Gray ataca al antropocentrismo, el mundo que tiene por centro sagrado al ser humano, que lo domina todo.
Este concepto procede de la ideología cristiana, que situaba a Dios en el centro del mundo. Con este ataque, Gray critica vorazmente al capitalismo, sistema que surge de la ilusoria voluntad humana por cambiar y dominar el entorno y que conlleva la devastación de ambientes naturales y la eliminación de seres vivos que obstaculizan su camino progresista.
En «Misa negra», John Gray critica tanto la sociedad medieval como los proyectos autoritarios utópicos del siglo XX (como el nazismo, el comunismo o el fascismo)
En Misa negra, el autor critica el concepto de «progreso social» (el cambio de la sociedad hacia su ideal), «esa utopía nefasta y apocalíptica», como él lo expresa, que tiene su origen en las ideas apocalípticas de los primeros cristianos. De la Edad Media se traslada a los proyectos totalitarios utópicos de la primera mitad del siglo XX de los ideales revolucionarios, como el comunismo o el nazismo, y los proyectos ideales democráticos occidentales, como la guerra contra el terror, de nuestro siglo.
El apocalipsis bíblico nos muestra el terror del final de los días, nos quiere advertir de la importancia en la obediencia del dios cristiano para no caer en el infierno. La idea utópica está siempre subyugada a una dominación superior.
Aún siguen existiendo los modelos utópicos, no nos engañemos, aunque han cambiado de lado. Como dice Gray, «el rasgo curioso y característico del tramo final del siglo XX es que el impulso utópico emigró de la izquierda a la derecha. Los neoconservadores de los Estados Unidos y del resto del mundo son casi los únicos utópicos políticamente influyentes que aún sobreviven hoy en día».
Según Gray, en política las utopías suelen fracasar: «En política, los proyectos utópicos (sobre todo cuando son asumidos por un poder estatal) han tenido un efecto normalmente desastroso que se ha traducido en pérdidas enormes en lo que respecta a vidas humanas y con frecuencia, también al medio ambiente, y culminaron en la nada más absoluta en términos de resultados».
Por tanto, hay que conocer la realidad de nuestro entorno: las ideas utópicas suelen ser extremistas e imparciales; conocer la diversidad nos hace ser más concretos y realistas. Los ideales son meras ilusiones que nos pueden divertir o guiar, pero no deben ser espejismos de nuestras vidas.
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