Actualizado el lunes, 16 mayo, 2016
Edi Rama es el Primer Ministro de Albania desde 2013 y líder del Partido Socialista desde 2005. Antes de eso, desde el año 2000 hasta el 2011, fue alcalde de Tirana, capital del país y su ciudad natal. Pero lo más importante es que mucho antes de ser político Rama era artista, y eso es algo que dejó ver durante sus años como alcalde. Como él mismo dice “me encanta la dicha que el color puede traer a nuestras vidas y a nuestras comunidades y, por eso, intento acercar al artista que hay en mí a mis políticas”.
Original: TED
Cuando Edi Rama se convirtió en alcalde de Tirana en el año 2000 se enfrentó a una sociedad desilusionada y desencantada con la democracia y sus instituciones locales. Con un presupuesto ajustado, Rama se propuso renovar el ayuntamiento y devolver la ciudad a los ciudadanos. Pero, ¿qué fue lo que hizo exactamente para ganarse la confianza de la gente? Él mismo explica las decisiones que tomó y a lo que se tuvo que enfrentar en el TEDTalk de Mayo de 2012.
Aquí os dejamos la transcripción de la charla en español:
En mi vida anterior, era artista. Todavía pinto. Amo el arte. Me encanta la alegría que el color puede darle a nuestras vidas y a nuestras comunidades, y trato de llevar algo de mi artista interior a mi política, y veoen parte de mi trabajo actual, la razón para estar aquí, no sólo para hacer campaña por mi partido sino para hacer política dado el papel que puede desempeñar para mejorar nuestras vidas.
Durante 11 años, fui alcalde de Tirana, la capital. Enfrentamos muchos desafíos. El arte fue parte de la respuesta, y mi nombre, en un principio, estuvo vinculado a dos cosas: la demolición de construcciones ilegales para recuperar espacio público y el uso de colores para recuperar la esperanza que se había perdido en mi ciudad. Pero este uso de los colores no fue sólo un hecho artístico. Fue, en cambio, una forma de acción política en un contexto en el que el presupuesto de la ciudad, disponible al ser electo, era de cero coma algo.
Cuando pintamos el primer edificio salpicando de naranja sobre el gris sombrío de la fachada, ocurrió algo inimaginable. Hubo un atasco de tránsito y se congregó una multitud como si se tratara de un accidente espectacular o de una aparición repentina de una estrella del pop.
El oficial francés de la UE a cargo del financiamiento se apresuró a bloquear la pintura. Vociferó que bloquearía el financiamiento.
«Pero ¿por qué?», le pregunté.
«Porque los colores que ha pedido no cumplen con los estándares europeos», respondió.
«Bueno», le dije, «los alrededores no cumplen con los estándares europeos, si bien no es esto lo que queremos, pero elegiremos nosotros los colores, porque eso es exactamente lo que queremos. Si no nos permite continuar nuestro trabajo, celebraré una conferencia de prensa aquí ahora mismo, en esta calle,y le diré a la gente que Ud. actúa como los censores en la era del socialismo real».
Entonces se preocupó un poco, y me pidió un compromiso. Pero le dije, «no, lo siento, el compromiso en colores es el gris, y tenemos suficiente gris para toda una vida». (Aplausos) Es momento de cambiar.
La rehabilitación de espacios públicos revivió el sentimiento de pertenencia a una ciudad que la gente perdió. El orgullo de la gente respecto de su propio lugar de vida. Había sentimientos enterrados en lo profundo durante años bajo construcciones ilegales, bárbaras, que proliferaron en el espacio público. Y cuando los colores surgieron por doquier, un humor de cambio empezó a transformar el espíritu de la gente. Generó gran revuelo: «¿Qué es esto? ¿Qué ocurre? ¿Qué nos hacen los colores?»
E hicimos una encuesta, la encuesta más fascinante que he visto en mi vida. Preguntamos: «¿Quieres esta acción, y que pintemos los edificios de este modo?» Y la segunda pregunta fue: «¿Quieres que se detenga o que continúe?» A la primera pregunta el 63 % respondió sí, nos gusta. El 37 % dijo no, no nos gusta. Pero a la segunda pregunta, a la mitad de los que no les gustaba, quería que continuara. (Risas)
Observamos un cambio. La gente empezó a arrojar menos basura en las calles, por ejemplo, empezó a pagar impuestos, empezó a sentir algo que habían olvidado, y la belleza empezó a actuar como un guardia donde la policía municipal, o la estatal, había desaparecido.
Recuerdo un día que caminaba por una calle que había sido coloreada, y estábamos plantando árbolescuando vi a un comerciante y a su esposa poner una vidriera a su comercio. Arrojaron la vieja persianaen el lugar de recolección de basura.
«¿Por qué arrojaron las persianas?», les pregunté.
«Bueno, porque la calle ahora es más segura», dijeron.
«¿Más segura? ¿Por qué? ¿Pusieron más policía aquí?»
«Vamos, hombre. ¿Qué policía? Puedes verlo. Hay colores, alumbrado público, nuevo pavimento sin baches, árboles. Es hermoso; es seguro».
Y, de hecho, era la belleza lo que le daba a la gente este sentimiento de protección. Y esto no era una sensación fuera de lugar. El crimen en efecto cayó.
La libertad ganada en 1990 provocó un estado de anarquía en la ciudad, y la barbarie de los años 90, dio lugar a una pérdida de esperanza para la ciudad. La pintura de las paredes no alimentó a los niños, ni curó a los enfermos, ni educó al ignorante, pero dio esperanza y luz, y ayudó a hacer que la gente vieraque había una manera diferente de hacer las cosas, un espíritu diferente, un sentimiento diferente para nuestras vidas, y que si llevábamos esa misma energía y esperanza a nuestras políticas, podíamos crear mejores vidas para todos y para el país. Eliminamos 123 000 toneladas de concreto sólo de las riberas de los ríos. Demolimos más de 5000 edificios ilegales en toda la ciudad, de hasta 8 pisos de altura, el más alto. Plantamos 55 000 árboles y arbustos en las calles. Establecimos un impuesto verde, y todos lo aceptaron y los comerciantes lo pagaron con regularidad. Mediante concurso público, contratamos personal para la administración mucha gente joven, y de este modo logramos crear una institución pública despolitizada con igual representación de hombres y mujeres.
Las organizaciones internacionales han invertido mucho en Albania en estos 20 años, no siempre se ha gastado bien. Cuando le dije a los directores del Banco Mundial que quería que financiaran un proyecto de construcción de una sala de recepción de ciudadanos precisamente para combatir la endémica corrupción diaria, no me comprendieron. Pero la gente esperaba en largas colas bajo el sol y bajo la lluvia para obtener un certificado o sólo una simple respuesta en dos pequeñas ventanas de dos kioscos de metal. Pagaban para no hacer la cola, la larga cola. La respuesta a sus reclamos venía de una voz que salía de este oscuro agujero y, por otro lado, una mano misteriosa que salía para tomar sus documentosmientras hurgaba en documentos antiguos por un soborno. Podíamos cambiar los empleados invisibles de los kioscos cada semana, pero no podíamos cambiar esta práctica corrupta.
«Estoy convencido», le dije al oficial alemán del Banco Mundial, «de que les sería imposible ser sobornados si trabajaran en Alemania, en una administración alemana, así como estoy convencido de que si ponen oficiales alemanes de la administración alemana en esos agujeros serán sobornados de la misma manera».
No es cuestión de genes. No se trata de que unos tengan una alta conciencia y de que otros no tengan conciencia. Es el sistema, la organización. Tiene que ver con el entorno y el respeto.
Eliminamos los kioscos. Construimos la sala de recepción brillante que hizo que los ciudadanos de Tirana se transportaran al exterior al entrar a hacer sus trámites. Creamos un sistema ‘online’ de control y así aceleramos todo el proceso. Pusimos a los ciudadanos primero, y no a los empleados.
La corrupción en la administración estatal en países como Albania —no me corresponde a mí decir lo propio de Grecia— sólo puede combatirse con modernización. Reinventar el gobierno, reinventando la propia política es la respuesta, y no la reinvención de la gente con base en una fórmula prefabricada que el mundo desarrollado a menudo trata en vano de imponer a personas como nosotros. (Aplausos)
Las cosas han llegado a este punto porque los políticos en general en particular en nuestros países, reconozcámoslo, piensan que la gente es estúpida. Dan por sentado que, pase lo que pase, la gente tiene que seguirlos mientras los políticos, cada vez más, no ofrecen respuestas a sus preocupaciones públicas o a las exigencias de la gente común. La política ha llegado a parecerse a un juego cínico de equipo jugado por los políticos mientras se ha dejado de lado al público como si estuviera en la grada de un estadio en el que la pasión por la política gradualmente da lugar a la ceguera y la desesperación.Vistos desde esa grada, todos los políticos hoy parecen lo mismo, y la política ha llegado a parecerse a un deporte que inspira más agresividad y pesimismo que cohesión social y deseo de protagonismo cívico.
Barack Obama ganó —(aplausos)— porque movilizó a la gente como nunca antes a través del uso de las redes sociales. No conocía a todos y cada uno de ellos, pero, con un ingenio admirable, se las arregló para convertirlos en militantes dándoles a todos la posibilidad de tener en sus manos los argumentos y los instrumentos que cada uno necesitaría para hacer campaña en su nombre, para hacer su propia campaña. Yo tuiteo. Me encanta. Me encanta porque me permite transmitir mi mensaje pero también a la gente enviarme sus mensajes. Esto es política, no de arriba a abajo sino de abajo a arriba y a los lados, y permite escuchar la voz de todos es exactamente lo que necesitamos. La política no es cuestión sólo de líderes. No se trata sólo de políticos y leyes. Es lo que piensan las personas, cómo ven el mundo circundante, cómo usan su tiempo y energía. Cuando las personas digan que todos los políticos son iguales, pregúntense si Obama es lo mismo que Bush, si François Hollande es lo mismo que Sarkozy. No lo son. Son seres humanos con distintas miradas y distintas visiones del mundo. Cuando las personas digan que nada puede cambiar, deténganse a pensar cómo era el mundo hace 10, 20, 50, 100 años.Nuestro mundo está definido por el ritmo del cambio. Todos podemos cambiar el mundo.
Les di un ejemplo muy pequeño de cómo una cosa, el uso del color, puede hacer que ocurra el cambio.Quiero provocar más cambio como primer ministro de mi país, pero cada uno de Uds. puede provocar un cambio si lo desea.
El presidente Roosevelt dijo: «Cree que puedes, y estarás en la mitad del camino».
Ευχαριστω εκ καληνυχτα [«Gracias y buenas noches», en griego]
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