Actualizado el viernes, 16 agosto, 2024
Desde las líneas telefónicas de noticias de HG Wells hasta los «hechos alterados» de Dr. Who, la humanidad ha cuestionado durante mucho tiempo la naturaleza cambiante de cómo recopilamos información y la confiabilidad de las fuentes que la publican. A pesar de numerosas proclamaciones en sentido contrario, los periódicos aún se mantienen (justo), aunque otras predicciones han sido inquietantes.
Como parte de » What Happens Next«, el proyecto especial de QZ que explora el futuro de la economía global, analizamos cómo los pensadores del pasado imaginaban la verdad en la actualidad. Sus predicciones nos recuerdan que el futuro es mucho más incierto de lo que creemos.
1886 / El hombre común
El periodismo de investigación tiene una larga y distinguida historia de destapar la verdad y desafiar el poder establecido. Uno de sus pioneros, WT Stead, fue un ferviente defensor de que los periodistas debían interactuar más con personas reales, como oficiales navales, soldados y el botones de un hotel. Stead creía firmemente que esta falta de interacción con el pueblo llano llevaría a una desconexión con la realidad y, eventualmente, a una pérdida de fe por parte de los lectores.
Avancemos rápidamente hasta 2016, un año que puso de manifiesto cuán proféticas eran las preocupaciones de Stead. Durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos, muchos analistas afirmaron que los medios de comunicación fallaron en predecir el triunfo de Donald Trump. Este fracaso se atribuyó, en gran parte, a la falta de compromiso y diálogo con los votantes de áreas rurales y desfavorecidas. Estos votantes eran, en muchos casos, los descendientes de aquellos a quienes Stead describía: pobres recolectores, pescadores y muchachas de fábrica.
La desconexión entre los medios y estas comunidades no es solo un fallo en la cobertura electoral, sino un reflejo de una brecha más amplia en la representación de la realidad cotidiana de millones de personas. La predicción errónea de las elecciones de 2016 sirvió como un recordatorio contundente de la necesidad de un periodismo que no solo informe desde las alturas, sino que también escuche y dé voz a aquellos que a menudo son ignorados.
Hoy, en una era donde la información se mueve a la velocidad de la luz y las redes sociales amplifican cada voz, las lecciones de Stead resuenan con más fuerza que nunca. Los periodistas deben recordar la importancia de salir de sus burbujas, de hablar con personas reales y de comprender las vidas y preocupaciones de aquellos que no siempre están en el centro de atención. Solo así podrán reconstruir la confianza del público y reflejar con precisión la compleja y diversa realidad de nuestro mundo.
1908 / Mentiroso mentiroso
El campo de la criminología y la detección de mentiras ha evolucionado significativamente desde los tiempos del psicólogo Hugo Münsterberg , quien predijo que los detectores de mentiras serían para el estudiante del crimen lo que el microscopio es para el estudiante de la enfermedad. Según Münsterberg, la biotecnología permitiría eliminar los hechos falsos, revelando el «sentimiento oculto» dentro de una persona.
En sus inicios, las tecnologías de detección de mentiras utilizaban cronoscopios de estilo cronómetro para medir el tiempo que los presuntos delincuentes tardaban en responder a las preguntas. La premisa era que las respuestas más lentas podrían indicar engaño. Sin embargo, desde entonces, hemos avanzado significativamente en nuestros métodos. Hoy en día, los polígrafos miden múltiples indicadores fisiológicos, como la respiración, la presión arterial y la conductancia de la piel, en un esfuerzo por detectar la mentira.
Más de un siglo después de las predicciones de Münsterberg, los polígrafos siguen siendo utilizados en las verificaciones de antecedentes del FBI y en casos penales. No obstante, su uso sigue siendo controvertido. Muchos críticos argumentan que estos dispositivos son herramientas de pseudociencia que no detectan mentiras en sí, sino simplemente niveles de ansiedad que pueden ser causados por una variedad de factores.
El debate sobre la eficacia y la validez de los polígrafos refleja una tensión más amplia en la intersección de la tecnología y la justicia. Mientras que algunos ven estos dispositivos como una herramienta útil para la verdad y la transparencia, otros creen que confían demasiado en interpretaciones que pueden ser profundamente subjetivas y falibles. La búsqueda de una tecnología infalible para detectar mentiras continúa, impulsada por la esperanza de que algún día podamos penetrar las capas de engaño con la misma precisión con la que un microscopio revela los secretos de una célula.
La visión de Münsterberg, aunque optimista, subraya un deseo persistente en la humanidad: la búsqueda de la verdad. A medida que avanzamos en el desarrollo de tecnologías más sofisticadas, es esencial que equilibremos la innovación con una comprensión crítica de sus limitaciones. Solo entonces podremos avanzar hacia un sistema de justicia que sea tanto preciso como justo.
1931 / La evolución de la empatía
Carl Ackerman, decano de la Escuela de Periodismo de Columbia, sostenía una visión idealista y esperanzadora sobre el papel del periodismo en la sociedad. Creía firmemente que el periodismo tenía el poder de «estabilizar la vida de hombres y mujeres» al humanizarlos unos a otros, creando una comprensión mutua que evitaría disturbios, guerras y derramamiento de sangre. En una época de cambios vertiginosos en el gobierno y la industria, Ackerman les decía a sus estudiantes que serían ellos, los periodistas, quienes tendrían la responsabilidad de explicar este mundo en rápido desarrollo a las masas, facilitando la navegación de sus complejidades.
Sin embargo, las opiniones contemporáneas sobre la prensa han cambiado drásticamente desde los tiempos de Ackerman. Hoy en día, la confianza en los medios ha disminuido significativamente. En Estados Unidos, una proporción considerable de la población ya no confía en los medios de comunicación. Esta desconfianza ha sido exacerbada por figuras políticas como Donald Trump, quien ha descrito a los medios como el «enemigo del pueblo».
Esta divergencia entre la visión utópica de Ackerman y la realidad actual plantea preguntas importantes sobre el papel y el estado del periodismo en el siglo XXI. ¿Cómo pasó la prensa de ser vista como un pilar de la democracia y la estabilidad social a ser considerada con desconfianza y, en algunos casos, hostilidad?
Parte de la respuesta puede encontrarse en la fragmentación del paisaje mediático y la proliferación de información en la era digital. La multiplicidad de fuentes y la rapidez con la que circulan las noticias han creado un entorno en el que es más difícil verificar la veracidad de la información. Además, el sensacionalismo y la polarización han socavado la percepción de la objetividad y la imparcialidad en la cobertura de los medios.
A pesar de este clima de desconfianza, el periodismo sigue siendo una herramienta vital para la democracia y la justicia social. La misión de los periodistas de explicar, investigar y conectar a las personas con la verdad no ha cambiado. Lo que sí ha cambiado es el desafío de adaptarse a un entorno mediático cada vez más complejo y competitivo. Para recuperar la confianza del público, los periodistas deben esforzarse por mantener altos estándares de ética y rigor, mientras buscan nuevas formas de conectar con sus audiencias de manera significativa y auténtica.
La visión de Ackerman de un periodismo que humaniza y estabiliza sigue siendo relevante y necesaria. En un mundo cada vez más dividido y complejo, el periodismo tiene el potencial de volver a ser un puente entre diferentes sectores de la sociedad, promoviendo la comprensión y la cohesión social. La tarea es ardua, pero la recompensa, una sociedad mejor informada y más unida, vale el esfuerzo.
Las opiniones actuales sobre la prensa son generalmente menos optimistas: los estadounidenses, en general, ya no confían en los medios , mientras que Trump ha descrito a los medios como el «enemigo del pueblo».
1943 / Marque N para noticias
En una conferencia científica británica, el visionario novelista HG Wells hizo una predicción audaz sobre el futuro de los medios de comunicación. Wells previó un mundo en el que los periódicos y los libros de texto serían relegados al olvido. «El periódico está tan muerto como el cordero», proclamó. En su lugar, Wells imaginaba a la gente llamando a una línea directa de noticias para escuchar «un resumen de lo que ha estado sucediendo en las últimas dos o tres horas».
Aunque la visión de Wells no se ha cumplido del todo, y los periódicos no están completamente muertos, su pronóstico sobre su inestabilidad no está lejos de la realidad. En 1945, Estados Unidos contaba con 1.749 periódicos. Para 2014, a pesar de que la población se había más que duplicado, el número de periódicos se había reducido a 1.331.
Este declive refleja la transformación drástica en la manera en que consumimos información. La era digital ha desplazado a muchos de los medios tradicionales, cambiando no solo la forma en que accedemos a las noticias, sino también cómo las interpretamos y valoramos. Las líneas directas de noticias de las que hablaba Wells han encontrado su equivalente moderno en las aplicaciones de noticias, notificaciones push y redes sociales, que ofrecen actualizaciones en tiempo real y resúmenes de los eventos más recientes.
A pesar de la disminución en el número de periódicos, el periodismo sigue siendo una parte crucial de la sociedad. La migración hacia plataformas digitales ha permitido que las noticias lleguen a una audiencia más amplia y global, aunque también ha planteado desafíos significativos, como la lucha contra la desinformación y las noticias falsas.
Los periódicos impresos han tenido que adaptarse, buscando nuevos modelos de negocio y formas innovadoras de atraer a los lectores. Muchos han migrado a formatos digitales, ofreciendo contenido multimedia y suscripciones en línea. Sin embargo, la esencia del periodismo —informar, educar y mantener al público al tanto de los eventos importantes— permanece inalterada.
La visión de HG Wells puede haber sido prematura, pero su intuición sobre la evolución de los medios no deja de ser relevante. Mientras navegamos por el siglo XXI, el reto será encontrar un equilibrio entre la inmediatez de la información digital y la profundidad y precisión que han caracterizado al periodismo tradicional. En esta transición, es crucial que sigamos valorando la integridad y la calidad de la información, asegurándonos de que, independientemente del medio, las noticias sigan desempeñando su papel vital en la sociedad.
1977 / Hechos alternativos
En un episodio de la serie de ciencia ficción británica de culto Doctor Who, los creadores imaginaron un mundo en el que los hechos podían distorsionarse para ajustarse a los puntos de vista. Mientras intenta negociar la paz entre las tribus Saveteem y Tesh, el protagonista del programa comenta: “Sabes, los muy poderosos y los muy estúpidos tienen una cosa en común: no alteran sus puntos de vista para ajustarse a los hechos. Alteran los hechos para que se ajusten a las opiniones”.
En su momento, esta frase parecía una mera observación irónica sobre la naturaleza humana, pero en 2018, en medio de un clima de «hechos alternativos» promovido por la administración Trump, la distorsión de los hechos se ha convertido en una realidad alarmante. La era de los «hechos alternativos» desafía los cimientos mismos de la verdad objetiva, fomentando un entorno donde la verdad se moldea según las conveniencias políticas y personales.
Mientras tanto, la situación para los periodistas se ha vuelto cada vez más peligrosa. En Turquía, numerosos periodistas han sido encarcelados por un gobierno que busca silenciar las voces disidentes y controlar la narrativa nacional. La libertad de prensa, una piedra angular de cualquier sociedad democrática, está siendo atacada no solo en Turquía, sino en muchos otros países donde la propaganda estatal y la censura están en aumento.
La frase de Doctor Who resuena de manera inquietante en nuestro mundo actual, donde los poderosos a menudo manipulan la información para servir a sus propios intereses. Esta manipulación no solo socava la confianza en las instituciones, sino que también pone en peligro la integridad de la democracia misma. En un entorno donde los hechos son maleables, la verdad se convierte en una víctima fácil de la propaganda y la desinformación.
La lucha por la verdad y la libertad de prensa es más crucial que nunca. Los periodistas, a menudo enfrentándose a amenazas y represalias, desempeñan un papel vital en exponer la corrupción, informar al público y defender la verdad. Sin embargo, el camino es arduo y está lleno de peligros.
La observación de Doctor Who subraya una verdad fundamental: para que una sociedad prospere, debe haber un compromiso con la verdad y un rechazo a la manipulación de los hechos. En un mundo donde la desinformación puede propagarse con la rapidez de un clic, la responsabilidad recae en todos nosotros —ciudadanos, periodistas y líderes— para proteger la integridad de la verdad y la libertad de expresión.
En última instancia, el desafío es resistir la tentación de distorsionar los hechos para que se ajusten a nuestras opiniones y, en cambio, permitir que los hechos informen y, si es necesario, cambien nuestras perspectivas. Solo entonces podremos aspirar a una sociedad más justa y equitativa, donde la verdad prevalezca sobre la propaganda y la manipulación.
En ese momento, parecía una tontería aparte, pero en 2018, en medio de un clima de los llamados » hechos alternativos » de la administración Trump , los hechos alterados parecen una propuesta completamente razonable. Mientras tanto, los periodistas han sido encarcelados por el gobierno turco y la libertad de prensa está siendo atacada con propaganda patrocinada por el estado. en aumento.
1990 / PhotoShopped
“No siempre puedes creer lo que ves”, dijo un editorial de la revista de tecnología InfoWorld . «Esa es la lección de algunos nuevos paquetes de manipulación de imágenes».
“No siempre puedes creer lo que ves”, advirtió un editorial de la revista de tecnología InfoWorld. “Esa es la lección de algunos nuevos paquetes de manipulación de imágenes”. Con la llegada del software de edición de alta tecnología, como la primera edición de Adobe Photoshop, cualquiera tenía el poder de hacer que su foto fuera un poco más dramática, agradable o totalmente falsa. La “ética de mover elementos en una imagen” no estaba clara, señaló Michael J. Miller, quien fue editor de PC Magazine durante 14 años. Esperaba que los usuarios prestaran mucha atención a lo que estuvieran mirando, «de lo contrario, es posible que nunca más podamos confiar en una fotografía».
Si bien la mayoría de los fotoperiodistas siguen de cerca un código de ética sobre la manipulación de imágenes, eso no ha impedido que algunos traspasen los límites .
Aunque la mayoría de los fotoperiodistas siguen un estricto código de ética sobre la manipulación de imágenes, esto no ha impedido que algunos traspasen los límites. Los ciudadanos comunes son igualmente culpables, deleitándose en curar imágenes de todo, desde tiburones nadando por las calles de Texas, como lo hizo un usuario de Twitter, hasta Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor pasando el rato juntas en fotos falsas. Más preocupante aún es el uso de estas técnicas por parte de funcionarios gubernamentales, como el reciente caso de Irán manipulando fotos de lanzamiento de misiles. Para cuando se revelan como falsificaciones, a menudo ya han sido retuiteadas miles de veces y han viajado a lo ancho y largo de Internet.
Los ciudadanos de todos los días son igualmente culpables, y se deleitan en curar imágenes de todo, desde tiburones nadando por las calles de Texas (como lo hizo un usuario de Twitter anteriormente) hasta Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor pasando el rato juntas .
El impacto de la manipulación de imágenes en la percepción pública es profundo y multifacético. Las imágenes manipuladas pueden distorsionar la realidad, influir en la opinión pública y, en algunos casos, incitar a la acción basada en información falsa. Este fenómeno no solo afecta a individuos, sino que también puede tener repercusiones significativas en la política, la seguridad nacional y las relaciones internacionales. La facilidad con la que las imágenes pueden ser alteradas y difundidas plantea un desafío formidable para la veracidad y la confianza en los medios visuales.
La responsabilidad de discernir la verdad en un mundo saturado de imágenes manipuladas recae tanto en los creadores como en los consumidores de contenido. Para los creadores, adherirse a un código ético claro es esencial para mantener la integridad del periodismo visual. Para los consumidores, desarrollar un escepticismo saludable y una capacidad crítica para evaluar la autenticidad de las imágenes es crucial.
Más preocupantemente, los funcionarios del gobierno han sido descubiertos, como un caso reciente de Irán manipulando fotos de lanzamiento de misiles . Para cuando se revelan como falsificaciones, a menudo ya han sido retuiteados miles de veces y han viajado a lo ancho y ancho de Internet.
La advertencia de InfoWorld y las observaciones de Michael J. Miller siguen siendo tan relevantes hoy como cuando fueron expresadas por primera vez. En un entorno mediático donde las imágenes falsas pueden propagarse rápidamente y moldear percepciones de manera profunda, es más importante que nunca estar atentos y cuestionar lo que vemos. La preservación de la confianza en las imágenes auténticas depende de nuestra capacidad colectiva para reconocer y rechazar la manipulación engañosa.
La integridad visual es una responsabilidad compartida. Al fomentar una cultura de transparencia y escepticismo informado, podemos trabajar juntos para asegurar que las imágenes sigan siendo una representación fiel de la realidad y no meras herramientas de engaño.