Actualizado el Saturday, 21 November, 2020
¿Hemos vuelto de nuevo al Despotismo Ilustrado? El Reino Unido dejará la Unión Europea. Más de 17 millones de británicos se han impuesto a los pocos más de 16 que querían seguir formando parte de la UE. El Brexit ha vencido tras ser la opción mayoritaria con su victoria en 263 distritos británicos (aunque ninguno escocés). Los sondeos se han vuelto a equivocar.
Si se analiza el perfil demográfico de las ciudades británicas dibuja una conclusión directa: la clase trabajadora ha votado contra Europa. Las políticas de austeridad, la crisis migratoria y unas pesimistas expectativas económicas han pasado factura tanto al gobierno de David Cameron y a los laboristas de Jeremy Corbyn, que defendían quedarse en la UE.
Mientras tanto, en la política española se han producido reacciones de todo tipo aunque nos ha sorprendido esta de Pedro Sanchez, líder del PSOE, quién hacía estas declaraciones que nos invitan a la reflexión y abrir un debate entre todos los lectores de Muhimu:
¿LOS CIUDADANOS ESTÁN PREPARADOS PARA ELEGIR SU FUTURO?
El despotismo ilustrado, caracterizado por el paternalismo, se opone al protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos, incluso asignándole el papel de sujeto de la soberanía.
¿Es suficiente que en democracia sólo se hayan convocado dos referéndums? ¿Y que sólo una iniciativa legislativa popular haya llegado a convertirse en ley? En definitiva, ¿puede el ciudadano hacer algo para influir en política aparte de votar cada cuatro años?
El despotismo ilustrado es un concepto político que surge en la segunda mitad del siglo XVIII en Europa dentro de las monarquías absolutas incluyendo las ideas filosóficas de la Ilustración. Los monarcas de esta doctrina contribuyeron al enriquecimiento de la cultura de sus países pero adoptaron un discurso paternalista. También se le suele llamar despotismo benevolente o absolutismo ilustrado; y a quienes lo ejercen, dictador benevolente.
«Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».
El actual “Todo para el pueblo” es un tópico aplicado con distintos sentidos a los sistemas políticos desde el siglo XVIII. Bien distinta es la frase originaria es Tout pour le peuple, rien par le peuple (en francés, ‘Todo para el pueblo, nada por el pueblo’); y suele traducirse en castellano como:
Su uso se extiende desde finales del siglo XVIII como lema del despotismo ilustrado, caracterizado por el paternalismo, en oposición a la opinión del protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos, incluso asignándole el papel de sujeto de la soberanía (principio desoberanía popular de Rousseau); para Kant “la Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad”.
“Mis vasallos [madrileños] son como los niños, que lloran cuando se les lava”. Carlos III
La frase fue parafraseada por los jacobinos durante la Revolución francesa: Tout pour le peuple et par le peuple (“Todo para el pueblo y por el pueblo”) y posteriormente por Abraham Lincoln (en el Discurso de Gettysburg, 1863) para definir el sistema democrático: Government of the people, by the people, and for the people (“Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”). Las leyes contra la libertad, recortes, medidas y ajustes de los gobiernos o la junta directiva de una empresa nos son administrados gradualmente como un veneno que nos somete a una ansiedad constante, que cuentan, además, con el falso legitimador de los medios de comunicación y líderes de opinión.
¿Pero puede el pueblo opinar sobre cuestiones sobre las que no está debidamente formado e informado?
Jordi Évole viaja a Suiza para comparar la democracia suiza con la de España. En un país donde hay listas abiertas, los políticos no cobran, se celebran más de diez referéndums al año y que parece el paraíso de la democracia, surge la duda de si cualquier pregunta puede convertirse en consulta popular. ¿Se puede hacer referéndum sobre cualquier cuestión aunque atente contra los derechos humanos?
Esto nos lleva a conceptos actuales como la “democracia participativa”, que suele referir a formas de democracia en las que los ciudadanos tienen una mayor participación en la toma de decisiones políticas que la que les otorga tradicionalmente la democracia representativa. La democracia participativa permite una participación ciudadana mayor que en democracia representativa pero menor que en la llamada democracia directa.
Puede definirse con mayor precisión como un modelo político que facilita a la ciudadanía su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas.
En la actualidad se manifiesta usualmente por medio de una diversidad de mecanismos, como presupuestos participativos, consejos vecinales o comunales o consultas populares.
Para alcanzar una sociedad libre es necesario que las personas tengan garantizado el acceso al conocimiento, y sepan además manejar de forma crítica la información que recibe. La mayor parte de esta manipulación mediática y política está encaminada a postrarnos en un estado de shock, para que, temerosos y paralizados, no reaccionemos ante las injusticias sociales y las pérdidas de derechos que se nos imponen al ser tratadas como “inevitables” y motivadas por un “poder superior” muy alejado de nosotros.
Cada día, se habla más de inteligencia colectiva, democracia participativa y de participación ciudadana. La participación ciudadana es un derecho y un deber de todos, que resulta imprescindible ejercer para conseguir que las estructuras que componen los municipios, barrios, servicios, etc., funcionen, incorporando las demandas y enfoques de todas las personas que la viven.
Sin embargo… ¿estamos preparados para opinar y decidir?
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“Comparados un pueblo y un príncipe, sujetos ambos a las leyes, se verá mayor virtud en el pueblo que en el príncipe; si ambos no tienen freno, menos errores que el príncipe cometerá el pueblo y los de este tendrán mejor remedio; porque un hombre honrado y respetable puede hablar a un pueblo licencioso y desordenado y atraerlo fácilmente con su elocuencia a buena vía, y la maldad de un príncipe no se corrige con palabras, sino con la fuerza. Puede, pues, conjeturarse la diferencia de enfermedad por lo distintas que son las medicinas; pues la de los pueblos se curan con palabras y la de los príncipes necesitan hierro. Todos comprenderán que la mayor energía del remedio corresponde a mayores faltas. De un pueblo completamente desordenado no se temen las locuras que hace, no se teme el mal presente, sino el que puede sobrevenir, pues de la confusión y la anarquía nacen los tiranos; pero con los príncipes sin freno sucede lo contrario: se teme el mal presente y se espera en lo porvenir, persuadiéndose los hombres de que a su mala vida pueda suceder alguna libertad. Notad, pues, la diferencia entre uno y otro para lo que es y para lo que ha de ser.”
Nicolás Maquiavelo, Discurso sobre la primera década de Tito Livio
“Los hombres promulgaron leyes para evitar que se les injuriase de igual modo y tipificaron castigos para quienes las contraviniesen, de donde nació el conocimiento de la justicia. De modo que, cuando después hubieron de elegir a un príncipe, no optaron por el más gallardo, sino por el más prudente y justo. Pero cuando las monarquías dejaron de ser electivas y se volvieron hereditarias, los sucesores dejaron de estar a la altura de sus antepasados y, olvidando las acciones virtuosas, decidieron que lo único que tenían que hacer los príncipes era superar a los demás en suntuosidad, lascivia y cualquier otra licencia”
Nicolás Maquiavelo, Discurso sobre la primera década de Tito Livio
Qué opinaba Platón?
Platón y su lista de formas de gobierno para la República. En orden de preferencia (suya): aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía. No coinciden con sus versiones contemporáneas.
La Aristocracia de Platón es el gobierno de los mejores, elegidos por su virtud y racionalidad. Son educados desde niños en los ideales de la República; no tienen propiedad privada y su primera ambición es la adquisición de conocimiento.
Deriva en Timocracia, el gobierno de los honorables. Pero los que buscan honor son conquistadores que ansían reconocimiento (ego). Acumularán propiedad privada en forma de trofeos de guerra que querrán pasar a sus descendientes y el gobierno se convierte en Oligarquía, una forma degenerada de aristocracia donde el poder se transmiten de forma sanguínea (herencia) o mítica (propaganda). El valor más admirado es la riqueza, que se concentra en unas pocas familias y desencadena la guerra de clases.
Los ricos explotan a pobres para seguir siendo ricos pero hay más pobres que ricos. Llegan la revolución y la democracia (gobierno de las masas) pero cuidado: a diferencia del líder aristocrático, la masa no es virtuosa o racional, no respeta las leyes ni sirve a la República. La masa sólo valora una cosa: la libertad. Finalmente, el caos es aprovechado por un tirano, cuyo valor es el miedo y destruye la República.