Me topé con el libro «Soft Power» casi por casualidad, buscando algo que me ayudara a entender mejor cómo los países pueden influir en otros sin necesidad de usar la fuerza. La verdad es que no esperaba mucho, pensé que sería otro de esos libros llenos de teoría aburrida. Pero al empezar a leer, me di cuenta de que estaba equivocado.
Lo primero que me sorprendió fue lo bien que el autor explica cómo el poder blando ha sido una herramienta clave en la historia. No se queda en la superficie; te lleva de la mano a través de ejemplos concretos, mostrando cómo la cultura, el arte, e incluso las costumbres han sido usados por las naciones para ganar influencia sin necesidad de amenazar o usar la violencia.
Pero lo más interesante es lo actual que resulta todo esto. En un mundo donde las tensiones políticas parecen estar siempre al borde de estallar, saber cómo persuadir y atraer en lugar de imponer es más importante que nunca. El libro no solo te lo explica, sino que te da ideas prácticas, casi como si fuera un manual para entender cómo funciona la diplomacia hoy en día.
Lo que me enganchó de verdad es que no es un libro lleno de palabrería vacía. Se siente más como una charla con alguien que sabe de lo que habla y te lo cuenta de forma sencilla, con ejemplos claros y directos. «Soft Power» no es solo para expertos en política; es para cualquiera que quiera entender mejor cómo se mueven los hilos del poder en el mundo actual.
El mensaje principal de este resumen de Soft Power de Joseph S. Nye, Jr. es que el poder blando está cobrando una importancia creciente en el mundo moderno. Este enfoque permite a los países alcanzar sus objetivos a través de la atracción en lugar de la coerción. Utilizando la cultura, los valores políticos y las políticas adecuadas, es posible influir de manera efectiva en la política global. Ejemplos como el Plan Marshall y la influencia de la cultura estadounidense durante la Guerra Fría demuestran cómo el poder blando puede guiar acciones y generar cambios duraderos sin recurrir a la fuerza.
Sin embargo, tras la guerra de Irak, el poder blando de Estados Unidos ha experimentado un fuerte declive. Las malas decisiones de política exterior han resaltado la necesidad de un enfoque equilibrado que combine tanto el poder duro como el poder blando, lo que se conoce como «poder inteligente.» Esta combinación, junto con una política más abierta hacia el intercambio cultural, es esencial para construir alianzas duraderas y fomentar la cooperación en el complejo panorama de la política global actual.
Fue un descubrimiento inesperado. Si estás interesado en cómo los países logran lo que quieren sin necesidad de usar la fuerza, este libro te va a abrir los ojos. Y lo mejor de todo, lo hace de una forma que cualquiera puede entender.
Se cazan más moscas con miel que con vinagre
Probablemente hayas oído la frase: «Se cazan más moscas con miel que con vinagre.» Esta expresión resume bastante bien la esencia del poder blando: conseguir lo que deseas a través de la atracción y la persuasión, en lugar de la fuerza bruta. Mientras que el poder duro se manifiesta en acciones militares, sanciones y políticas comerciales estrictas, el poder blando se mueve en el terreno de la diplomacia, las relaciones exteriores amistosas, la exportación cultural, los deportes internacionales y la cooperación general.
Para usar otra metáfora: el poder duro es a menudo una situación de «zanahoria y palo», donde se recurre a la coerción o el soborno, a menudo gastando grandes sumas de dinero, para obtener lo que se quiere de manera unilateral. El poder blando, en cambio, apela a los «corazones y mentes», ganando a las personas de una manera más bilateral.
El entusiasmo de Estados Unidos por utilizar el poder blando ha tenido altibajos a lo largo de los años. Es importante recordar que el trabajo que se explora en este resumen se publicó en 2004, poco después de los eventos del 11 de septiembre, en un momento en que el panorama político y tecnológico mundial era muy diferente. Mucho ha cambiado desde entonces. Sin embargo, el autor fue sorprendentemente visionario al prever cómo internet se convertiría en un factor clave para el uso del poder blando en el futuro, y por qué Estados Unidos no debería dar por sentado su posición como superpotencia.
El valor del poder blando
El poder blando y el poder duro son dos enfoques diferentes para lograr tus objetivos, pero el poder blando ofrece ventajas estratégicas al difundir tu mensaje y ganar aliados. A lo largo de su historia, Estados Unidos ha estado impulsado por el deseo de propagar los principios de democracia y libertades personales consagrados en su constitución.
Un ejemplo emblemático del uso efectivo del poder blando es lo que sucedió tras la Segunda Guerra Mundial. El Plan Marshall, a través del cual Estados Unidos invirtió miles de millones de dólares y colaboró con otras naciones para reconstruir Europa, es un caso paradigmático.
Estados Unidos no impuso unilateralmente este plan – eso habría sido más cercano al poder duro. En lugar de eso, buscó apoyo y acuerdos bilaterales con otros gobiernos. Este enfoque generó una gran cantidad de buena voluntad hacia Estados Unidos en todo el mundo, lo que demuestra una de las fortalezas clave del poder blando.
Para comprender mejor la eficacia del poder blando, podemos observar lo que ocurrió después del Plan Marshall, durante la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Durante ese periodo, la cultura pop estadounidense se infiltró tras el Telón de Acero a través de canales como Radio Free Europe, permitiendo que los soviéticos escucharan rock and roll.
La música, las películas y productos estadounidenses como Coca-Cola y las barras de chocolate Hershey’s se convirtieron en símbolos de los valores y el atractivo de una nación, convirtiéndose así en herramientas de poder blando. Estos esfuerzos también pueden ser cooperativos; las películas británicas y los Beatles desempeñaron un papel importante al atraer a la juventud soviética y difundir un mensaje que ayudó a suavizar las tensiones de la Guerra Fría. Así funciona el poder blando: al hacer que otros admiren y aspiren a tus valores, puedes guiar sus acciones sin recurrir a la fuerza.
Sin embargo, en tiempos más recientes, Estados Unidos ha tenido dificultades en este ámbito. La demostración de poder duro durante la guerra de Irak en 2003 mostró un desinterés por obtener apoyo internacional. La opinión global sobre Estados Unidos se desplomó dramáticamente, incluso entre sus aliados de larga data, sin mencionar a las poblaciones de Irak y Afganistán, que fueron las más directamente afectadas por la intervención militar.
La tecnología también ha cambiado radicalmente el panorama. Internet ha complicado las formas en que podemos compartir y moldear nuestras narrativas. Actores transnacionales, incluidas corporaciones y ONG, ahora ejercen una influencia considerable. Incluso grupos terroristas utilizan estos mismos canales para atraer apoyo y reclutar, aprovechando narrativas y agravios más amplios. Todo esto convierte la política en una competencia por la legitimidad y la credibilidad, donde el poder blando se vuelve mucho más útil que el poder duro.
Quizás ahora más que nunca, Estados Unidos debe entender la importancia de equilibrar poder duro y blando. Confiar únicamente en la fuerza militar puede llevar a resultados costosos e insostenibles. En cambio, aprovechar el poder blando puede construir alianzas duraderas y fomentar un entorno donde los valores compartidos y el respeto mutuo guíen las relaciones internacionales. Esta combinación de poder duro y blando, a menudo llamada poder inteligente, es crucial para navegar las complejidades de la política global actual.
En las siguientes secciones, profundizaremos en cómo el poder blando ha sido utilizado efectivamente en el pasado y cómo otras naciones también han sabido aprovecharlo.
Una herramienta para cambiar mentes
Aunque el sentimiento antiestadounidense se intensificó tras la guerra de Irak, no fue la primera vez que Estados Unidos fue visto con desdén por sus pares. Al ser sinónimo de modernidad, Estados Unidos siempre ha generado incomodidad en aquellos que se resisten al cambio. En el siglo XIX, tanto conservadores como radicales europeos miraban a Estados Unidos con recelo.
Este sentimiento persiste hoy en día debido a la asociación de Estados Unidos, tanto justa como injustamente, con la globalización. Muchos países consideran la influencia cultural estadounidense como intrusiva. En 2002, una encuesta reveló que en 34 de 43 países, la mayoría de las personas veía la expansión de las ideas y costumbres estadounidenses de manera negativa. Esto refleja una tendencia más amplia donde el resentimiento hacia el poder estadounidense se entrelaza con la resistencia a la globalización.
A pesar de esto, la cultura estadounidense, con todo su brillo y controversias, sigue representando valores como la apertura y el individualismo, que atraen a audiencias globales. Esta influencia cultural, un componente clave del poder blando, fue significativa durante la guerra de Vietnam, que, al igual que la guerra de Irak, dañó la reputación de Estados Unidos en el extranjero.
Otro aspecto importante del poder blando es su capacidad para operar en oposición a la política gubernamental. En las décadas de 1960 y 1970, Hollywood y la industria musical exportaban activamente una cultura pop que mantenía vivos ideales liberales y democráticos, incluso cuando estos chocaban con las posiciones oficiales del gobierno. Estos valores seguían atrayendo a las generaciones jóvenes en el extranjero y demostraban que Estados Unidos seguía siendo un lugar donde la libertad artística florecía.
Sin embargo, la percepción de hipocresía puede socavar esta atracción. Por ejemplo, aunque el individualismo estadounidense, los ideales democráticos y la defensa de los derechos humanos pueden generar admiración global, pueden parecer vacíos cuando se enfrentan a ciertas políticas internas, como la pena de muerte y el control de armas. Las políticas posteriores al 11 de septiembre, como las restricciones migratorias y la percepción de intolerancia religiosa, también han dañado la imagen de Estados Unidos en el exterior.
La política exterior también puede minar el poder blando de una nación. Estados Unidos ha ganado aliados al promover valores compartidos como la democracia y los derechos humanos, pero cuando la administración Bush tomó acciones unilaterales en Irak sin un mandato de la ONU, esto se percibió como hipócrita y arrogante, reduciendo el atractivo de Estados Unidos.
En contraste, el multilateralismo legitima el poder estadounidense y fomenta la cooperación. Equilibrar la fuerza con la humildad en la política exterior fortalece tanto el poder blando de Estados Unidos como su legitimidad global.
El poder blando en el mundo
Por supuesto, Estados Unidos no es el único país que se beneficia de un poder blando bien empleado y sufre cuando se descuida. En esta sección, exploraremos algunas de las principales potencias y sus diversas estrategias.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética se convirtió en el principal rival de Estados Unidos en términos de poder blando. En un principio, muchos europeos admiraban la resistencia soviética contra Hitler. Además, las naciones colonizadas en África y Asia veían con buenos ojos a la URSS por su oposición al imperialismo europeo. La promesa de un futuro comunista utópico atrajo a muchos seguidores en todo el mundo.
El rápido crecimiento económico de la posguerra fortaleció la imagen de la Unión Soviética, y el lanzamiento del Sputnik en 1957 sugería una superioridad tecnológica. Sus inversiones culturales en ballet, deportes olímpicos y música clásica también fueron significativas.
Sin embargo, a pesar de estos éxitos iniciales, la Unión Soviética era un sistema cerrado. Su política exterior agresiva y la falta de exportaciones de cultura popular limitaron su atractivo de poder blando. En contraste, en 1989, tras las reformas de Mijaíl Gorbachov y el fin de la Guerra Fría, la percepción de la Unión Soviética mejoró considerablemente en Europa Occidental.
Más recientemente, Europa ha sido el competidor más cercano de Estados Unidos en términos de poder blando. El arte, la literatura, la música, la moda y la gastronomía europeas son influencias globales. Los países europeos son vistos consistentemente como fuerzas positivas en la lucha contra el terrorismo, la pobreza y en la protección del medio ambiente. Mientras que Estados Unidos se destaca en áreas como la creación de empleo, Europa resuena más entre las poblaciones jóvenes a nivel global en políticas domésticas como la pena de muerte, el control de armas y el cambio climático.
Un ejemplo destacado de poder blando en Europa, aunque fuera de la Unión Europea, es Noruega. A pesar de su pequeña población de 5 millones y la falta de un idioma internacional o exportaciones culturales masivas, Noruega ha logrado un impacto significativo. La mayor parte de su diplomacia pública se basa en acciones más que en discursos.
Cada vez que surge una crisis internacional, Noruega siempre está dispuesta a actuar como intermediario en la búsqueda de una solución pacífica. De esta manera, se ha consolidado como un actor importante con un poder blando notable y un mensaje claro: Noruega es una fuerza global para la paz.
Por otro lado, los países asiáticos tienen ricas historias culturales que contribuyen a su poder blando. China, en particular, ha experimentado un rápido crecimiento económico que ha mejorado su reputación, pero su poder blando se ve limitado por políticas internas y la falta de libertad intelectual.
India enfrenta problemas similares. Su economía también está en auge, y sus películas y cocina tienen un atractivo global. Sin embargo, las políticas domésticas, como la intolerancia religiosa hacia su población musulmana, representan un obstáculo para ejercer un poder blando efectivo en el escenario mundial.
Japón, a pesar de sus desafíos económicos, ejerce una fuerte influencia cultural a través de su cultura pop, artes tradicionales y gastronomía. No obstante, las tensiones históricas y los desafíos demográficos limitan el poder blando de Japón. La falta de reconciliación con su historia durante la Segunda Guerra Mundial ha complicado las relaciones con sus países vecinos, y su actitud restrictiva hacia la inmigración presenta un problema serio a medida que su población envejece.
En las secciones finales, profundizaremos en los detalles detrás del uso estratégico del poder blando, así como en algunos de los problemas que deben abordarse. También analizaremos lo que Estados Unidos necesita hacer para mejorar su poder blando en el futuro.
Una forma diferente de diplomacia
En el mundo actual, la información es poder. Con la llegada de internet y el avance de las tecnologías, el costo de procesar y transmitir información ha disminuido drásticamente. Esto ha provocado una explosión de datos, creando lo que algunos llaman una «paradoja de la abundancia».
Como resultado, la credibilidad se ha convertido en un factor crucial. En este paisaje mediático sobresaturado, editores confiables y líderes de opinión juegan un papel fundamental. ¿En quién podemos confiar para filtrar el ruido y la propaganda? Los gobiernos ya no solo compiten entre sí, sino también con medios de comunicación, corporaciones, ONG y comunidades científicas.
Aquí es donde entra en juego la diplomacia pública. La diplomacia pública no se trata solo de relacionarse con gobiernos extranjeros, sino también de interactuar con individuos y organizaciones. No es simplemente propaganda o relaciones públicas; se trata de construir relaciones a largo plazo que respalden las políticas gubernamentales.
Existen tres dimensiones clave en la diplomacia pública:
La primera es la comunicación diaria. Esto implica explicar el contexto de las decisiones políticas, con un enfoque tanto en audiencias nacionales como internacionales.
La segunda es la comunicación estratégica. Aquí se desarrollan temas simples y coherentes, similares a una campaña publicitaria efectiva.
La tercera dimensión es la construcción de relaciones a largo plazo. Esto se logra mediante la creación de puentes y conexiones internacionales a través de becas universitarias, programas de intercambio, seminarios y conferencias.
Algunos argumentan que las fuerzas del mercado deberían encargarse de la presentación de la cultura estadounidense en el extranjero, pero esta visión es miope. Las fuerzas del mercado inevitablemente se centrarán en mensajes con el mayor atractivo posible. Un poder blando exitoso necesita proyectar una imagen multidimensional. La diplomacia pública cooperativa es una manera más efectiva de gestionar tareas globales complejas como el mantenimiento de la paz y la lucha contra el terrorismo.
Las estrategias a largo plazo, que incluyen intercambios culturales y educativos, también son fundamentales para abordar estos desafíos complejos. Estos intercambios pueden fomentar sociedades más abiertas y ayudar a superar los aspectos negativos de la propaganda al permitir que las personas experimenten una cultura de primera mano. Aquellos que comprenden tanto las fortalezas como las debilidades de Estados Unidos a menudo son los portavoces más efectivos. Empresas, fundaciones, universidades y otras organizaciones pueden contribuir significativamente a estos esfuerzos.
Después del 11 de septiembre, la necesidad de diplomacia pública se hizo evidente, pero Estados Unidos ha tenido dificultades para adaptarse. El país invierte relativamente poco en poder blando en comparación con otras naciones. Para mejorar, es necesario cambiar actitudes tanto en el ámbito nacional como en el internacional, aprendiendo no solo a comunicar, sino también a escuchar.
El futuro es el poder inteligente
Estados Unidos ha logrado recuperar su popularidad en el pasado, pero a menudo lo hizo durante la Guerra Fría, cuando otros países temían más a la Unión Soviética. Sin embargo, hoy Estados Unidos se encuentra en una posición en la que puede y debe apoyarse en una combinación de poder blando y duro, utilizando estrategias similares a las de la Guerra Fría, que se basaban en alianzas e instituciones duraderas.
Enfrentar las amenazas posteriores al 11 de septiembre requiere cooperación internacional, la cual depende en gran medida del atractivo que proyecte Estados Unidos. Por ejemplo, el presidente de Pakistán, Musharraf, tuvo que equilibrar la cooperación con Estados Unidos mientras manejaba el sentimiento antiestadounidense de sus propios ciudadanos. Si Estados Unidos hiciera un esfuerzo por utilizar más poder blando y aumentar su popularidad en el extranjero, la cooperación internacional sería más fluida.
Para recuperar el poder blando perdido, Estados Unidos necesita aumentar su presupuesto en diplomacia pública y fortalecer los intercambios que permitan que sectores no gubernamentales interactúen globalmente. Las actuales políticas de visado para estudiantes, que limitan estos contactos, son contraproducentes. Las interacciones cara a cara son cruciales, como lo demuestran los programas de intercambio cultural que tuvieron éxito durante la Guerra Fría.
Además, Estados Unidos debe desarrollar enfoques nuevos e innovadores, como incentivar a los estudiantes estadounidenses a estudiar en el extranjero, replantear el Cuerpo de Paz y crear programas para que extranjeros enseñen en escuelas estadounidenses. La diplomacia pública debería centrarse en aspectos de la vida cotidiana y servicios que son valorados en otras regiones, como en el Medio Oriente.
Ajustar el estilo y el contenido de la política exterior es esencial. A veces es necesario preservar intereses fundamentales, pero las tácticas y la forma de presentarlas pueden modificarse. Los presidentes y políticos estadounidenses deben evitar insultos innecesarios a sus aliados. Como dijo una vez el primer ministro británico Tony Blair, una nación puede mejorar su imagen global promoviendo asociaciones basadas en la persuasión, en lugar de la coerción y la fuerza.
El éxito futuro de Estados Unidos depende de comprender y equilibrar el poder blando con el poder duro, logrando lo que se conoce como poder inteligente. Este enfoque ha funcionado antes, y puede volver a funcionar.