Actualizado el lunes, 9 noviembre, 2015
¿Cómo describir el continente más diverso étnicamente del mundo? Le pedimos a Javier Pérez-Cuadrado de Santiago, infatigable viajero que ha vivido en Asia durante más de 4 años, que nos muestre cómo es su gente a través de sus miradas. El resultado son 40 rostros que dibujan expresiones de países y regiones como India, Nepal, China, Tíbet, Indonesia, Singapur, Camboya, Vietnam o Myanmar.
Asia son sus montañas, sus mares, las playas de arenas blancas y aguas azul turquesa, son los escarpados acantilados, sus densas selvas, bosques helados, ríos, planicies e infinidad de paisajes. Aún así, si hay algo que hace verdaderamente único a este continente son sus gentes, es el extraordinario contraste que existe entre ellas. Unos viviendo en humildes asentamientos regidos por tradiciones milenarias, otros, habitando las más modernas mega-urbes que el planeta tierra conoce a día de hoy. Asia son las religiones que allí se practican y las bellas construcciones dedicadas a sus deidades, sus idiomas, sus ropajes, su gastronomía inigualable. Asia es variedad. En este continente conviven 4.140.000.000 de personas, o lo que es lo mismo, el 61% de la población mundial. Es aquí, donde existe mayor riqueza lingüística. Sólo en ella se localiza el 32% de las lenguas habladas en el mundo.
Al fotografiar a estas gentes es difícil llegar a comprender la gran variedad entre sus pueblos, los modos tan diversos de plantearse la existencia. Uno siente que no es capaz de entender la complejidad de este rico mejunje de culturas. De alguna forma tiende a quedarse en la mera fachada, en el colorido de sus vestimentas, en las curtidas pieles de sus ancianos, en sus bellos y prominentes rasgos, en las sonrisas de sus niños. No es fácil captar cuales son los sucesos, las alegrías, los dramas, las vivencias que estos hombres y mujeres nos trasmiten al retratarlos. Ellos mismos, como tal son el homenaje a la infinidad de formas de vivir esta misteriosa vida. Nosotros, curiosos forasteros con una moderna cámara al cuello, simpáticos e impertinentes nos colamos por un instante en su pequeño e íntimo portal, en su vivienda, amantes de un sencillo té, del más exquisito de los platos tradicionales, buscadores de la pura esencia.
¿Qué vieron tus profundos ojos hoy descansando a la sombra de esas densas y prominentes cejas blancas?; ¿Cuán grande es la fe que te hizo peregrinar postrándote a cada paso durante meses atravesando elevadas y gélidas montañas para poder -junto a otros miles- unirte a una de las koras que rodean los lugares sagrados en el techo del mundo?; ¿qué pensaste al verme a punto de desfallecer tras respirar por breves instantes el pesado azufre de la mina donde trabajas cada mañana durante largas horas?; ¿perteneces ya al sagrado río Ganges?
Gracias por enseñarme, por contagiarme con vuestra vida, por compartir vuestro tiempo conmigo, invitarme a vuestros hogares, y dedicar un rato para charlar con este viajero. Cuéntame, ¿cuál es tu historia?
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