Actualizado el lunes, 19 octubre, 2020
Hasta principios de la década de 1970, España era un país donde la historia de la migración se refería a los exiliados políticos y económicos y los emigrantes que abandonaron la dictadura de Francisco Franco. La tendencia comenzó a revertirse desde mediados de la década de 1980, cuando ahora la España democrática se unió a la Unión Europea (UE), y en su mayoría a partir de la década de 1990, cuando, ya más rica, comenzó a recibir cada vez más inmigrantes económicos de América Latina, el norte de África y Algunas partes de Europa.
Sin embargo, este fenómeno complejo y en evolución se ha traducido en España en un discurso mediático mucho más simplista dominado por dos historias. El primero y el más gráfico es el de los desesperados africanos subsaharianos que intentan escalar los muros que separan los enclaves españoles de Ceuta y Melilla de Marruecos, o que han sido rescatados de los dinghies superpoblados en el Atlántico o en el Mediterráneo. Esto a pesar del hecho de que casi todos los migrantes llegan a España por medios regulares y legales, y que los africanos subsaharianos representan solo el 3,95% de todos los extranjeros en España.
Y la segunda es que algunos de estos migrantes que ya viven en España están asociados con actividades delictivas. Estos se relacionan principalmente con hombres marroquíes vinculados al narcotráfico u otras faltas, pandillas rumanas que participan en el crimen organizado o pandillas juveniles latinoamericanas que cometen actos de violencia.
Un meta-estudio sobre cómo los medios de comunicación españoles cubren la migración, publicado en 2012 pero relevante hasta la «crisis de refugiados», identificó cinco narrativas principales, repetidas y distorsionadas: la idea de «avalancha» e «invasión»; el peligro de que los migrantes traigan enfermedades o costumbres culturales inapropiadas; la asociación entre migración y criminalidad; los migrantes son pobres y marginados; y la invisibilidad de las mujeres migrantes.
Los inmigrantes están llegando constantemente en pateras.
Abusan de los servicios públicos copando la sanidad y acaparando las ayudas.
Nos invaden y nos quitan el trabajo.
No pagan impuestos en sus negocios.
Forman bandas organizadas en torno a cuestiones delictivas.
No se quieren integrar.
Viven de manera hacinada y en malas condiciones.
Aumentan los casos de violencia de género.
… ¿Estás seguro?
Este divertido vídeo te ayudará a aclarar algunas ideas:
La campaña de sensibilización «Andalucía Somos Todos» quiere cuestionar estereotipos y tópicos, informarnos sobre la realidad de la inmigración, qué significa vivir la interculturalidad y mostrar la riqueza de la diversidad cultural para todas las personas que vivimos en Andalucía.
Esta campaña es esencial porque según el 60% de los encuestados por el Observatorio Permanente Andaluz de las Migraciones (OPIA) afirman que la mayor parte de los inmigrantes residen en Andalucía de manera irregular. En época de crisis crecen los prejuicios hacia la inmigración y se extienden como si las «leyendas urbanas» fueran afirmaciones irrefutables.
Las motivaciones que sostienen los prejuicios obedecen a diferentes factores como la falta de información objetiva y el desconocimiento sobre el tema, o la rumorología relacionada con sus costumbres, cultura y manera de relacionarse con la sociedad autóctona
Esta errónea percepción del fenómeno de la inmigración provocada por la falta de conocimiento genera una reacción entre la ciudadanía, que puede ser favorable o no respecto a la población de origen inmigrante, asevera el estudio.
A este respecto, las conclusiones de la encuesta revelan que la crisis ha provocado una evolución en el pensamiento de los andaluces. Hasta el fenómeno más negativo con el que se ha venido asociando la inmigración, el relacionado con el mercado laboral, ha experimentado un pequeño incremento de la percepción positiva del fenómeno inmigratorio que para los investigadores parece estar relacionado con las recientes cifras de desempleo que han relajado el posicionamiento de años anteriores sobre la percepción de la población de origen inmigrante como un factor de competencia en relación al empleo disponible para la población autóctona.
En general la población tiene una opinión bastante restrictiva respecto a las políticas de regularización de los flujos migratorios. Y en un mayor porcentaje son las mujeres las que emiten esta opinión, así como los jóvenes son los que tienen una opinión menos favorable en lo que se refiere al mercado laboral, los tramos de mayor edad son los que ven a la población inmigrante más perjudicial para la seguridad ciudadana.
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