Actualizado el martes, 10 septiembre, 2024
No es tan sólo una historia de reconocimiento la que comparten grandes nombres como los de Louis Pasteur, Pablo Neruda, Henri Cartier-Bresson, Pablo Picasso y Johannes Gutenberg. La ciencia, la poesía, la fotografía, la pintura y la imprenta dieron fuerte carácter y cuerpo a estos hombres de buen gusto. Pero una pasión más incurrió en sus vidas: la del vino.
Bien conocido es Louis Pasteur, químico francés, considerado el padre de la microbiología. Sus investigaciones y hallazgos acerca de los microorganismos dieron paso a uno de los avances científicos más relevantes de la historia: la vacunación como método preventivo de enfermedades infecciosas. Su apellido acuñó un término hoy conocido: la pasteurización, el proceso térmico realizado en alimentos líquidos utilizado para reducir la presencia de agentes patógenos. Pasteur, además, demostró que todo proceso de fermentación y descomposición orgánica se debe a la acción de organismos vivos, un hecho crucial para convertir el mosto en vino.
Hay más filosofía y sabiduría en una botella de vino, que en todos los libros, Louis Pasteur
Gabriel García Márquez dijo una vez que Pablo Neruda era «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma», considerado uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos por el crítico literario Harold Bloom. Hablar de la poesía y del estilo de Neruda es admitir de entrada que en él se dan cita numerosas influencias que conviven siendo el vanguardismo y el simbolismo las dos predominantes. El Nobel chileno, nacido en tierra de viñas, fue un gran gourmet y su poesía está salpicada de guiños a la comida y a esta bebida universal. Su versión primigenia Oda al Vino y sus dedicatorias en Odas Elementales, nos aproximan al autor a través de sus manos y su pensamiento.
El vino abre las puertas con asombro y en el refugio de los meses vuelca su cuerpo de empapadas alas rojas, Pablo Neruda
Impulsivo y escurridizo, el considerado por muchos el padre del fotorreportaje, predicó siempre con la idea de atrapar el instante decisivo, versión traducida de sus «imágenes a hurtadillas». Henri Cartier-Bresson siempre ponía la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción. El fotógrafo francés iconografió una célebre imagen de 1954, de un niño que camina sonriente, orgullosamente erguido con dos botella de vino (en cuyo interior llevaban leche), que ha recorrido el mundo. Años más tarde el propio Cartier-Bresson visitaría el niño ya convertido en señor de 50 años, mientras festejaba su medio siglo de vida con familiares. Al abrir la puerta se encontraría parado frente suyo a Cartier-Bresson con dos botellas de vino –una en cada mano– que le llevaba de regalo en agradecimiento a esa hermosa foto que aquel niño le “regalara” y que le diera tantas satisfacciones.
Su férreo rival, Salvador Dalí, solía decir: “Sólo hay dos cosas malas que pueden pasarte en la vida, ser Pablo Picasso o no ser Salvador Dalí”. Picasso es considerado desde inicios del siglo XX como uno de los mayores pintores que participaron en muchos movimientos artísticos que se propagaron por el mundo y ejercieron una gran influencia en otros grandes artistas de su tiempo. Laborioso y prolífico, pintó más de dos mil obras («La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando», solía decir el autor), presentes en museos y colecciones de toda Europa. La bouteille de vin (ver imagen superior), es un ejemplo de la presencia vinícola en la obra del autor malagueño. Grabado que data aproximadamente de 1922, desde 2004, esta obra puede verse en la sala de Arte del Museo Vivanco de la Cultura del Vino. Realizado con la técnica del “pochoir” – grabado coloreado a mano con guache- reproduce un bodegón cubista del autor realizado a comienzos de los años 20, en el que se destaca una botella de vino.
Si a alguien le debemos el honor de tener libros en nuestras bibliotecas es, aparte de a todos sus autores y autoras, -y con permiso de los chinos-, a quien inventó el sistema de imprenta moderna: Johannes Gutenberg. Gutenberg, orfebre alemán, apostó ser capaz de hacer a la vez varias copias de la Biblia en menos de la mitad del tiempo de lo que tardaba en copiar una el más rápido de todos los monjes copistas del mundo cristiano, y que éstas no se diferenciarían en absoluto de las manuscritas por ellos. Lo curioso del invento de Gutenberg es que su imprenta es una adaptación de las prensas utilizadas para exprimir el jugo del racimo de uva en la elaboración del vino. Después de la invención del tipo y de la adaptación de la prensa vinícola, Gutenberg siguió experimentando con la imprenta hasta conseguir un aparato funcional.
Decía el director de cine Federico Fellini que: «Un buen vino es como una buena película: dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y , como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador.»
El mismo sabor le deja a uno visitar el Museo de la Cultura del Vino, situado en Briones (La Rioja, España). Un edificio emblemático que le da al visitante la bienvenida por medio de un gran ventanal que sirve para encuadrar la mejor obra de arte de la zona: los magníficos viñedos de las Bodegas Vivanco. El museo nos cuenta buena parte de la historia de la cultura y del arte de medio mundo a través de una de las bebidas con mayor trayectoria histórica: el vino.
Una visita experiencial que le permite a uno no tan sólo deleitarse en lo visual con las abundantes pinturas, tapices, esculturas, fotografías, libros, minutas, relojes, prensas, sacacorchos y películas que el museo dispone con gran delicadeza y estilo, sino también experimentar olores, formas y sonidos que el mundo del vino lleva asociados consigo.
Y es que hasta el próximo 23 de abril de 2017 el Museo acoge la exposición ‘Vivanco, Pensando en Vino: 40 años de Coleccionismo‘ a través de la cual uno puede catar toda la cultura asociada al mundo del vino. Obras de autores como Andy Warhol, Ouka Leele, Elisabeth Ohlson Wallin, Alberto Schommer, obras de Walt Disney Productions o hasta el menú de la cena que sirvieron en el año 1911 en el Titanic, la experiencia le va a dejar a uno con un gran sabor de boca.
Dicen que el vino es la única obra de arte que puede beberse. Un servidor le recomienda a ese ávido lector que se atreva a ingerir toda la cultura que a uno le brinda el Museo de la Cultura del Vino. Al fin y al cabo si hace falta embriagarse, que sea de buena cultura.
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