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Tiempo de los magos (Wolfram Eilenberger): Martin Heidegger, Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin

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Actualizado el viernes, 14 junio, 2024

Los mejores filósofos de la década de 1920, cuyas ideas siguen resonando en nuestros días, se encuentran más cerca de nosotros de lo que imaginamos. Entre ellos destacan el erudito burgués Ernst Cassirer, el observador poético Walter Benjamin, el enigmático solitario Ludwig Wittgenstein y el carismático provocador Martin Heidegger. Estos pensadores se propusieron abordar nuevamente las grandes interrogantes filosóficas, librando batallas intelectuales que aún nos impactan cien años después.

Cassirer buscaba la redención a través de la cultura y el humanismo, mientras que Heidegger pretendía sacudir a la humanidad para que experimentara el verdadero significado de la vida. Wittgenstein disolvía la filosofía en un dilema lingüístico, y Benjamin creía en la revelación a través de la contemplación profunda. A través de sus nobles esfuerzos filosóficos, estas mentes brillantes moldearon nuestra comprensión actual del mundo.

«Time of the Magicians» explora uno de los períodos más trascendentales de la filosofía alemana: la década de 1920. Durante este tiempo de notable productividad intelectual, pensadores como Martin Heidegger, Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin transformaron por completo el pensamiento filosófico convencional, dejando una huella perdurable en nuestra percepción del mundo.

Time of the Magicians explora uno de los mayores períodos de la filosofía alemana: la década de 1920. En esta década de extraordinaria productividad intelectual, pensadores como Martin Heidegger, Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin cambiaron completamente el pensamiento filosófico tradicional y dejaron una marca duradera en cómo entendemos el mundo.

"La pregunta por el ser no es un problema ontológico entre otros, sino la pregunta originaria que posibilita toda ontología."
«La pregunta por el ser no es un problema ontológico entre otros, sino la pregunta originaria que posibilita toda ontología.»

Los mejores filósofos de la década de 1920

Embárquese en un fascinante viaje intelectual hacia las mentes maestras de la filosofía de la década de 1920. En el caos posbélico de Alemania en 1919, tras la caída de la monarquía y los estragos de la Primera Guerra Mundial, surgía la necesidad imperante de construir un nuevo orden social. Este periodo crítico también reclamaba una renovación en el ámbito de la filosofía, y así fue como cuatro distinguidos filósofos se propusieron reconstruir el tejido mismo de la mente y del pensamiento.

El proceso no fue exento de turbulencias: Ernst Cassirer y Martin Heidegger se enfrascaron en acalorados debates sobre la esencia de la humanidad, Walter Benjamin se enamoró apasionadamente de una figura comunista, y Ludwig Wittgenstein, de manera asombrosa, decidió regalar toda su fortuna.

Estos destellos nos llevan a seguir los pasos de estos cuatro filósofos excepcionales, cada uno con su personalidad única, quienes desafiaron las corrientes de pensamiento de su época. A lo largo de este fascinante recorrido, descubriremos cómo sus ideas atemporales pueden iluminar y proporcionarnos respuestas a las grandes interrogantes que enfrentamos en la vida contemporánea. Sumérjase en la historia de estos titanes del pensamiento y descubra cómo sus contribuciones continúan resonando en nuestra comprensión del mundo actual.

"La existencia auténtica es aquella que se enfrenta a la posibilidad de la propia muerte. Solo en la anticipación de la muerte se revela el sentido más profundo de la existencia."
«La existencia auténtica es aquella que se enfrenta a la posibilidad de la propia muerte. Solo en la anticipación de la muerte se revela el sentido más profundo de la existencia.»

La disputa de Davos entre Heidegger y Cassirer

Sumérgete en la intensidad de la década de 1920, un periodo de extremos que oscilaban entre la exuberancia del progreso tecnológico diurno y la euforia desenfrenada en los sótanos de pubs y clubs de jazz por la noche. Alemania, devastada por los estragos de la Primera Guerra Mundial, se debatía entre la fe en el avance y la desesperación por la incertidumbre económica y política de la República de Weimar, donde ideologías enfrentadas luchaban por el control, a veces en las mismas calles.

En este caos, dos colosos intelectuales, Martin Heidegger y Ernst Cassirer, se encontraron en el legendario enfrentamiento de Davos en 1929. Este evento, que tuvo lugar en el Hotel Belvédère en Suiza, se convirtió en un hito filosófico crucial que capturó la esencia polarizada de la época.

Heidegger, el joven filósofo deportivo y provocador, chocó con Cassirer, el erudito cosmopolita de mayor edad, en un debate que iba más allá de las meras diferencias de opinión. La noche anterior al enfrentamiento, Heidegger, desafiante, cuestionó las formalidades al usar su equipo de esquí para cenar, avivando las llamas del debate antes de que las palabras se intercambiaran.

La disputa se centró en la naturaleza de la humanidad y el papel esencial de la filosofía. Cassirer, defensor del humanismo, sostenía que el hombre se destacaba como un ser cultural, encontrando respuestas morales y éticas en su búsqueda de preguntas. Heidegger, por otro lado, desafiaba estas nociones, argumentando que ética y verdad eran construcciones humanas destinadas a consolarnos ante la ausencia de vida eterna.

El choque de perspectivas alcanzó su punto álgido: Cassirer veía en la creación cultural la posibilidad de elevarse por encima de la mortalidad, mientras que Heidegger afirmaba que el miedo y la muerte eran los cimientos de la experiencia humana. Para él, la filosofía debía confrontar a los humanos con la cruda realidad para liberarlos, mientras que Cassirer abogaba por que la filosofía ofreciera liberación de los miedos para permitir la elevación.

La discrepancia entre ambos era evidente y, aunque no lograron encontrar un terreno común, sus divergentes perspectivas encajaron a la perfección en la atmósfera ambivalente de los años veinte alemanes. Así, la disputa de Davos se erige como un hito crucial que encapsula la riqueza y la complejidad de esa época, llevando a la afirmación de que «si Davos no hubiera sucedido, los historiadores del futuro habrían tenido que inventarlo».

"El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esta morada."
«El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esta morada.»

Martin Heidegger y el susto metafísico

Martin Heidegger, con la confianza que solo un llamado interno puede otorgar, emergió de un entorno humilde para trazar un camino filosófico completamente nuevo. Su primera conferencia, a la edad de 29 años, no fue un simple discurso, sino un desafío profundo a la esencia misma de la existencia: «Hay algo». ¿No era asombroso que algo simplemente fuera, que las personas y el mundo existieran? Heidegger proclamó que la filosofía tenía la tarea monumental de esta verdad monstruosa.

Para él, la humanidad debía enfrentarse valientemente a las tormentas de la vida. Solo aquellos que no evadían las dificultades existenciales podían sumergirse en el misterio del mundo a través de sus propios cuerpos. El mensaje clave: Martin Heidegger buscaba despertar a la gente mediante un susto metafísico.

En su visión única, solo al enfrentar experiencias extremas podríamos alcanzar la autenticidad, la existencia humana más plenamente realizada. El requisito previo era la conciencia de nuestra propia mortalidad, la aceptación de que la muerte es inevitable y definitiva. Solo aquellos que miran sin temor a este abismo gigante son verdaderamente libres para vivir sus vidas al máximo.

Heidegger llevó su filosofía del carpe diem a la práctica. Hombre de acción, elocuente y carismático, ascendió vertiginosamente en la escala filosófica. Escribió «El ser y el tiempo», su obra maestra, en solo once meses, lo que le valió cátedras en Marburgo y Friburgo.

En Friburgo, se convirtió rápidamente en una superestrella académica, rodeado constantemente de admiradores ávidos de sus palabras. Su radicalismo metafísico resonaba particularmente con los jóvenes alemanes, quienes anhelaban la autenticidad en una época llena de incertidumbre.

Aunque Heidegger también se entregaba a una vida auténtica, disfrutando de la leña, el esquí y largas caminatas por la Selva Negra, su pasatiempo favorito era una aventura extramatrimonial. Mantuvo durante años una historia de amor secreta con su alumna Hannah Arendt, quien más tarde se convertiría en una filósofa de renombre mundial.

Sin embargo, a pesar de sus vivencias personales, Heidegger, en gran medida, se salvó de las catástrofes que pintaba en sus conferencias. En lugar de sucumbir a las tormentas de la vida, logró cumplir su sueño de alcanzar fama académica y reputación con asombrosa facilidad. La vida de Heidegger, se sitúa entre lo filosófico y lo personal, continúa intrigándonos como un fascinante capítulo en la historia del pensamiento.

A continuación, presento algunas de las principales ideas de Heidegger, con énfasis en su obra más influyente, «Ser y Tiempo» (1927):

  1. Ontología Fenomenológica: Heidegger propuso una ontología fenomenológica que busca comprender el ser mismo. Abogó por volver a las cosas mismas, es decir, a la experiencia inmediata, para entender la naturaleza del ser.
  2. El Problema del Ser: La cuestión fundamental en la filosofía de Heidegger es el problema del ser. Buscó analizar qué significa «ser» y cómo los seres humanos experimentan y comprenden su existencia.
  3. Existencia Auténtica e Inauténtica: Heidegger introdujo la noción de existencia auténtica e inauténtica. La existencia inauténtica es cuando las personas viven de manera superficial, alienadas de su verdadera autenticidad. La existencia auténtica implica enfrentar la propia mortalidad y asumir la responsabilidad de la propia existencia.
  4. Temporalidad: Heidegger destacó la importancia de la temporalidad en la comprensión del ser. Argumentó que el tiempo no es simplemente una sucesión lineal, sino que está ligado a la existencia humana, y solo a través de la comprensión del tiempo se puede comprender el ser.
  5. El Dasein: Heidegger desarrolló el concepto de Dasein, que se traduce comúnmente como «ser ahí» o «existencia». El Dasein es el modo en que los seres humanos son, con énfasis en su capacidad de comprender y proyectarse en el futuro.
  6. Angustia (Angst): Heidegger sostuvo que la angustia es fundamental para la existencia humana auténtica. La angustia revela la finitud y la posibilidad de la muerte, llevando al individuo a confrontar su propia existencia de manera más profunda.
  7. El Olvido del Ser: Heidegger argumentó que la tradición filosófica occidental ha olvidado la pregunta fundamental sobre el ser, concentrándose en entidades particulares en lugar de en el ser mismo. Buscó un retorno a la pregunta olvidada para revitalizar la filosofía.
  8. El Lenguaje como Casa del Ser: Heidegger afirmó que el lenguaje es esencial para la comprensión del ser. Consideró que el lenguaje no solo es un medio de expresión, sino la morada en la que el ser se revela a sí mismo.
  9. La Crítica a la Metafísica Tradicional: Heidegger criticó la metafísica tradicional, especialmente la concepción de la realidad como una mera colección de objetos. Abogó por superar la metafísica y desarrollar una nueva comprensión del ser que trascienda las categorías tradicionales.
  10. La Técnica y la Amenaza Tecnológica: En obras posteriores, Heidegger exploró la relación entre la tecnología y la comprensión del ser. Advirtió sobre la amenaza de la tecnología moderna que puede alienar a los seres humanos de su verdadera naturaleza.

Estas son solo algunas de las ideas fundamentales de Martin Heidegger, y su obra sigue siendo objeto de debate y análisis en la filosofía contemporánea.

"El hombre no puede dejar de vivir en mitos, y solo puede dejar de hacerlo cuando otro mito haya tomado su lugar."
«El hombre no puede dejar de vivir en mitos, y solo puede dejar de hacerlo cuando otro mito haya tomado su lugar.»

El humanista Ernst Cassirer y la filosofía de la diversidad

Ernst Cassirer, el destacado humanista, abrazó una filosofía que celebraba la diversidad en todas sus formas. Como el contrapunto más famoso de Heidegger, Cassirer había forjado una carrera académica en el sistema universitario alemán, aunque su enfoque mesurado hacia la vida burguesa molestaba al provocativo Heidegger.

A diferencia de la agitación que caracterizaba a la República de Weimar en 1919, durante una de sus conferencias en la Universidad Humboldt de Berlín, donde la luz se cortó debido a disturbios callejeros, Cassirer mantuvo una calma sorprendente. En medio de la oscuridad, continuó su charla, un ejemplo de su compostura única que se derivaba de su fe inquebrantable en la bondad de la humanidad.

El mensaje central aquí es claro: Ernst Cassirer, el humanista, abogó por una filosofía que celebraba la diversidad.

En su visión, la humanidad no era un enigma misterioso, sino que se revelaba a través de sus acciones y obras. Según Cassirer, la capacidad única de los humanos para transformar experiencias en símbolos los diferenciaba de los animales. A través del arte, la ciencia y la religión, los seres humanos daban sentido al mundo y a sí mismos.

La filosofía de Cassirer sostenía que todas las formas de entender el mundo tenían valor igual. Ya sea a través de la astrofísica o la astrología, el propósito era aprender unos de otros. La tarea filosófica, según él, consistía en reconciliar las diversas formas de conocimiento.

Vivió su filosofía de la diversidad y la solidaridad. Su amabilidad y desinterés eran notables, como lo evidenciaba el hecho de que siempre leía de pie en el tranvía para no ocupar un asiento que pudiera necesitar alguien más.

Cassirer también encontraba inspiración en la biblioteca de Aby Warburg en Hamburgo, donde los libros estaban ordenados temáticamente en lugar de alfabéticamente. Esta estructura, reflejo de su pensamiento, influenció la redacción de su obra magna, la Filosofía de las formas simbólicas.

Tras completar su libro en 1929, Cassirer fue nombrado el primer director judío de la Universidad de Hamburgo. A pesar de la creciente hostilidad antisemita por parte de los nacionalsocialistas, mantuvo una sorprendente confianza en que el humanismo y la educación prevalecerían sobre la discordia humana, incluso en un contexto en el que muchos, como Ludwig Wittgenstein, habían perdido toda fe en la humanidad después de los estragos de la Primera Guerra Mundial.

Para completar esta discusión recuerda algunas de las principales ideas de Ernst Cassirer:

  1. Filosofía de la Cultura: Cassirer desarrolló una filosofía de la cultura que destaca la importancia de los símbolos y las formas simbólicas en la construcción y expresión de la experiencia humana. Su obra principal en este ámbito es la trilogía «Filosofía de las formas simbólicas.»
  2. Formas Simbólicas: Cassirer identificó varias formas simbólicas, incluyendo el mito, el lenguaje, el arte, la historia y las ciencias naturales. Cada una de estas formas representa un modo particular en el que los seres humanos dan significado y estructuran su experiencia del mundo.
  3. Función del Símbolo: En la filosofía de Cassirer, los símbolos no son simplemente representaciones de la realidad, sino que desempeñan un papel activo en la construcción del conocimiento y la comprensión del mundo. Los símbolos son mediadores que permiten a los seres humanos relacionarse con su entorno de manera significativa.
  4. El Problema de la Conciencia: Cassirer abordó el problema de la conciencia desde una perspectiva simbólica. Sostenía que la conciencia no es simplemente una relación directa con la realidad, sino que está mediada por símbolos que estructuran y dan forma a la experiencia.
  5. El Hombre como Animal Symbolicum: Cassirer describió al ser humano como «animal symbolicum» (animal simbólico), resaltando la capacidad única de los humanos para crear y utilizar símbolos como un medio fundamental de comprensión y comunicación.
  6. Racionalidad Simbólica: Afirmó que la racionalidad humana se manifiesta a través de la capacidad de simbolización. La razón no se limita a la lógica formal, sino que implica la capacidad de crear y comprender símbolos en diversas formas.
  7. La Filosofía de la Ilustración: Cassirer examinó la Ilustración desde la perspectiva de la filosofía de la cultura, destacando su énfasis en la razón y la autonomía individual. Consideró que la Ilustración representaba una expansión de las formas simbólicas y una liberación de la mente humana.
  8. Crítica al Determinismo Causal: Frente a las corrientes deterministas y positivistas de su época, Cassirer defendió la autonomía de la cultura y la importancia de comprender la realidad no solo a través de causas y efectos, sino también a través de la interpretación simbólica.
  9. La Filosofía de la Ciencia: En su obra «Determinismo y Libertad en la Investigación Científica» y otras, Cassirer examinó la naturaleza de la ciencia y la relación entre el determinismo y la libertad en la actividad científica.
  10. Humanismo Filosófico: Cassirer abogó por un enfoque humanista en la filosofía, que reconoce la centralidad de la cultura y la simbolización en la experiencia humana. Su enfoque proporcionó una alternativa a las corrientes más cientificistas y reduccionistas de la filosofía de su tiempo.

Estas son algunas de las ideas clave de Ernst Cassirer, quien dejó una huella significativa en la filosofía del siglo XX, especialmente en la reflexión sobre la relación entre la cultura, la mente humana y el conocimiento.

"Las formas simbólicas son las diferentes maneras en que la mente puede ordenar e interpretar la realidad, creando así mundos diferentes."
«Las formas simbólicas son las diferentes maneras en que la mente puede ordenar e interpretar la realidad, creando así mundos diferentes.»

Ludwig Wittgenstein y los límites del pensamiento humano

Ludwig Wittgenstein, un enigmático solitario, se sumergió en los confines del pensamiento humano tras vivir en carne propia los horrores de la Primera Guerra Mundial. Al regresar de su cautiverio en Italia, sorprendió a su adinerada familia vienesa al renunciar a todas sus posesiones, una decisión radical que dejó a muchos perplejos.

Los Wittgenstein, una de las familias más ricas de Europa, habían facilitado oportunidades ilimitadas para sus hijos, incluyendo a Ludwig. Su extraordinario talento intelectual fue nutrido y respaldado para que estudiara en Cambridge. ¿Por qué, entonces, Wittgenstein optaría por rechazar esta opulencia?

La respuesta a esta pregunta radicaba en las profundas secuelas que la guerra había dejado en Wittgenstein. Los horrores que experimentó en las trincheras desencadenaron una transformación en su perspectiva filosófica. La academia filosófica, que antes consideraba valiosa, ahora le parecía inútil. Durante su tiempo en las trincheras, comenzó a escribir el «Tractatus Logico-philosophicus», un tratado destinado a resolver todos los problemas esenciales de la filosofía. Tras esa experiencia, su deseo era abrazar una vida simple.

El mensaje clave aquí es claro: Ludwig Wittgenstein fue un enigmático solitario que exploró los límites del pensamiento humano.

Aunque la mayoría no compartía la convicción de Wittgenstein de que su «Tractatus Logico-philosophicus» había resuelto la filosofía, la gente quedaba fascinada por esta obra, en parte porque su complejidad resultaba incomprensible para muchos, incluso entre la élite académica. Wittgenstein, en realidad, buscaba demostrar que el misterio de la existencia humana no puede resolverse mediante el pensamiento. El sentido de la vida, según él, se revela solo en momentos de peligro mortal y mediante teorías abstractas. Así, Wittgenstein concluyó pragmáticamente: «De lo que no se puede hablar, hay que callar». Empacó sus pertenencias para embarcarse en una nueva vida como modesto maestro de escuela en un pequeño pueblo austríaco.

No obstante, la comprensión que recibió en ese entorno fue escasa. Los aldeanos veían a Wittgenstein como un urbanita excéntrico, difícil y resentido, y optaron por mantenerse alejados. Wittgenstein continuaba tan solo como siempre, expresando a su hermana la sensación de estar separado de sus semejantes por un cristal invisible.

Este cristal también se convirtió en una metáfora adecuada para la filosofía de Wittgenstein. Sostenía que, sin importar cuánto lo intentara la mente humana, nunca podría superar sus propias limitaciones ocultas. Para él, la humanidad era como una mosca atrapada en un frasco, incapaz de encontrar la salida al aire libre. Aunque anhelaba que su «Tractatus» iluminara a las personas, dudaba de la capacidad humana para alcanzar un conocimiento verdadero. Así, Wittgenstein, en su solitario viaje intelectual, exploró los confines insondables del pensamiento humano.

Su pensamiento se dividió en dos etapas distintas, a menudo referidas como el «Wittgenstein temprano» y el «Wittgenstein tardío». A continuación, se presentan algunas de las principales ideas asociadas con ambas etapas:

Wittgenstein Temprano:

  1. «Tractatus Logico-Philosophicus»: Su obra más influyente en esta etapa. Wittgenstein buscó establecer la relación entre el lenguaje y el mundo, proponiendo que la estructura lógica del lenguaje refleja la estructura del mundo.
  2. El Principio de Verificación: Wittgenstein introdujo el principio de verificación como una clave para entender el significado de las proposiciones. Sostenía que una afirmación solo tiene significado si puede ser verificada de alguna manera.
  3. La Imposibilidad del Discurso Metafísico: Wittgenstein argumentó que muchas cuestiones filosóficas son el resultado de malentendidos lingüísticos y que, por lo tanto, la filosofía no puede resolver problemas metafísicos genuinos.
  4. El Misterio del Mundo: Afirmó que hay límites para lo que podemos significativamente hablar y pensar, y que más allá de esos límites, debemos callarnos, ya que cualquier intento de hablar de lo trascendental o inefable carece de sentido.

Wittgenstein Tardío:

  1. «Investigaciones Filosóficas»: En esta etapa, Wittgenstein abandonó muchas de las ideas del «Tractatus» y desarrolló una nueva perspectiva sobre el lenguaje y la significación.
  2. Uso del Lenguaje: En las «Investigaciones Filosóficas», Wittgenstein propuso que la clave para entender el lenguaje reside en su uso en contextos específicos más que en una correspondencia directa con la realidad. Argumentó en contra de la idea de un significado fijo y universal.
  3. Juegos de Lenguaje: Wittgenstein introdujo la noción de «juegos de lenguaje» para ilustrar la diversidad de usos del lenguaje en diferentes contextos. Cada forma de vida tiene su propio juego de lenguaje con reglas y significados particulares.
  4. Gramática como Uso: Argumentó que la gramática de un lenguaje no es una estructura formal separada, sino que surge de las prácticas y usos lingüísticos concretos.
  5. La Regla y la Práctica: Wittgenstein exploró la naturaleza de las reglas y argumentó que las reglas no determinan por sí mismas la acción, sino que son seguidas en el contexto de prácticas sociales.
  6. El Lenguaje como Forma de Vida: Wittgenstein sugirió que entender el lenguaje implica comprender las formas de vida en las que se usa, y que la significación está arraigada en prácticas sociales y actividades humanas.

Estas son solo algunas de las principales ideas asociadas con Ludwig Wittgenstein. Su obra ha tenido un impacto duradero en la filosofía del lenguaje y en la epistemología, y su enfoque en el análisis del uso del lenguaje ha influido en diversas áreas de la filosofía y la lingüística.

"Lo que puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar."
«Lo que puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar.»

Walter Benjamin, el astuto observador del zeitgeist

Walter Benjamin, el bohemio encantador, se destaca como una figura académica que ha perdurado en la memoria colectiva. Sin embargo, su vida en la década de 1920, a pesar de su posterior reconocimiento, estuvo lejos de ser glamorosa. A diferencia de Wittgenstein, Benjamin enfrentó la cruda realidad de la falta de dinero y conexiones, una situación que se asemejaría al estilo de vida precario de un creativo millennial en la actualidad.

Proveniente de una familia adinerada de Berlín, Benjamin se encontró en aprietos financieros debido a la desaprobación de su padre hacia sus ambiciones filosóficas y la escasez de apoyo financiero. Como periodista independiente, luchó constantemente para llegar a fin de mes.

El mensaje principal que resuena: el bohemio Walter Benjamin fue un astuto observador del zeitgeist.

Sin ser un hábil administrador financiero, Benjamin gastaba rápidamente lo que ganaba en la vida nocturna berlinense, en burdeles parisinos y en construir su extensa biblioteca privada. Sin embargo, en medio de sus tribulaciones económicas, dedicó tiempo a reflexionar sobre cómo los humanos podrían alcanzar un conocimiento verdadero.

Benjamin propuso un enfoque inusual: creía que el camino hacia la verdad no residía ni en el pensamiento ni en la acción, sino en la observación. Visualiza contemplar una obra de arte. Según él, tanto el observador como la obra de arte cambian a través de este acto. Tus pensamientos dan sentido a la obra, mientras que la obra, a su vez, estimula tu imaginación. Este intercambio constante entre pensamientos y el mundo observable, argumentaba Benjamin, nos lleva a un conocimiento profundo.

El intercambio más significativo de Benjamin fue posiblemente con la actriz letona Asja Lacis, a quien conoció en la isla italiana de Capri. Lo que comenzó como un plan para trabajar se transformó rápidamente en una escapada romántica. Bajo la influencia de Lacis, Benjamin evolucionó de ser un observador sutil del arte a convertirse en un crítico del capitalismo, dedicando su atención a describir fenómenos cotidianos aparentemente mundanos.

Benjamin poseía un don único para capturar la esencia de una época mediante la descripción de objetos y fenómenos individuales. Su obra inacabada, «Passages», destaca al diagnosticar las nuevas galerías comerciales de lujo en París como una expresión del espíritu materialista de la modernidad.

Lamentablemente, a pesar de su enfoque revolucionario, Benjamin nunca logró establecerse en el mundo académico de su tiempo. Su estilo de escritura, idiosincrático y más cercano al arte que a la teoría convencional, lo mantuvo en una posición de bohemio profesional, vagabundeando por toda Europa sin residencia permanente ni seguridad económica. Su historia, marcada por la observación perspicaz y la vida errante, añade una capa fascinante a la narrativa del zeitgeist de la década de 1920.

Os resumimos algunas de las principales ideas asociadas con Walter Benjamin:

  1. La Obra de Arte en la Era de su Reproductibilidad Técnica: Benjamin exploró cómo la reproducción técnica, como la fotografía y el cine, altera la naturaleza de la obra de arte. Argumentó que la reproducción quita la «autenticidad» y la «aura» única de la obra de arte original.
  2. Imagen Dialéctica: Introdujo el concepto de «imagen dialéctica» para capturar la complejidad de las imágenes históricas. Sostenía que las imágenes no son solo representaciones estáticas, sino que tienen un potencial dialéctico que revela aspectos ocultos de la historia.
  3. El Ángel de la Historia: En su ensayo «Tesis sobre la filosofía de la historia», Benjamin presentó la figura del «ángel de la historia», que es arrastrado hacia el futuro mientras contempla el pasado. Esta imagen simboliza la comprensión de la historia como una cadena de eventos irreversibles.
  4. Historia como Ruina: Conceptualizó la historia como una acumulación de ruinas, sugiriendo que la tradición histórica es fragmentaria y que la verdadera comprensión de la historia implica la recuperación y reconstrucción de estos fragmentos.
  5. Messianismo Secular: Benjamin desarrolló un mesianismo secular que se aleja de las interpretaciones teológicas y abraza la posibilidad de una redención revolucionaria en el presente, en lugar de en un futuro distante.
  6. La Ciudad y la Experiencia Urbana: Analizó la ciudad como un espacio de experiencias únicas y fragmentadas. La vida urbana, con sus flâneurs y sus espacios públicos, desempeña un papel crucial en su pensamiento.
  7. Crítica a la Historiografía Tradicional: Benjamin cuestionó la objetividad de la historiografía tradicional y propuso un enfoque más subjetivo y fragmentario, que reconoce la influencia del narrador en la construcción de la historia.
  8. Aura y Autenticidad: El concepto de «aura» se refiere a la singularidad y autenticidad de una obra de arte original. Benjamin exploró cómo la reproducción técnica afecta esta aura y cambia nuestra percepción de la obra de arte.
  9. Alegoría y Montaje: Benjamin utilizó el concepto de alegoría para describir una forma de conocimiento fragmentario y discontinuo. También aplicó el concepto de montaje, inspirado en el cine, para representar la yuxtaposición de elementos heterogéneos en la cultura moderna.
  10. Materialismo Histórico Cultural: Benjamin adoptó un enfoque materialista, pero también cultural, del materialismo histórico. Consideraba que los objetos culturales y las prácticas simbólicas eran fundamentales para comprender las dinámicas históricas.

Estas ideas representan solo una parte del rico pensamiento de Walter Benjamin, cuya obra ha influido no solo en la filosofía, sino también en la teoría crítica, la estética y los estudios culturales. Su enfoque multidisciplinario y su estilo único han dejado una marca duradera en la reflexión intelectual del siglo XX.

"Lo que puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar."
«Lo que puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar.»

¿Qué tenían en común? los humanos son seres del lenguaje

Aunque Wittgenstein, Heidegger, Cassirer y Benjamin se distinguían en sus perspectivas, compartían un consenso fundamental: el lenguaje era el elemento humano más intrigante y significativo. Para estos filósofos, el lenguaje iba más allá de ser simplemente un medio de comunicación; era una herramienta con la cual los seres humanos moldean y dan forma al mundo. Todos se embarcaron en la tarea de examinar este fenómeno de cerca.

Para Ernst Cassirer, el lenguaje representaba una de las formas simbólicas esenciales mediante las cuales los humanos acceden al mundo y se comprenden a sí mismos. Sostenía que la esencia del ser humano se forja a través del lenguaje, siendo las primeras palabras de un niño el punto en el cual se configura su espíritu y personalidad. Cassirer, quien dominaba el sánscrito y el chino, además de varios idiomas europeos, personificaba su convicción en la importancia del lenguaje.

El mensaje central aquí es claro: los cuatro filósofos compartían la creencia de que los humanos son seres del lenguaje. Para Benjamin, el lenguaje constituía su pan diario. Su amor por la literatura francesa lo llevó a traducir poemas de Baudelaire al alemán en momentos de dificultad financiera. Consideraba que la poesía representaba el auténtico espíritu del lenguaje al intentar expresar la esencia oculta de las cosas. Para él, todos los filósofos deberían aspirar a emplear el lenguaje de manera poética.

Heidegger, por su parte, buscaba nuevas formas de expresión. Creía que si su filosofía pretendía inspirar nuevas experiencias existenciales en los humanos, requería palabras innovadoras. Sus conferencias estaban impregnadas de un lenguaje místico que él mismo acuñaba, como «presencia a la mano» y «mundanalidad». Todos sus neologismos perseguían el mismo objetivo: facilitar a los humanos una experiencia completamente novedosa de la existencia.

El escéptico Wittgenstein, en su perspectiva pesimista, mantenía reservas sobre las posibilidades del lenguaje filosófico. Lo veía como un error vergonzoso, limitándose a describir el mundo de los hechos, tarea propia de las ciencias naturales y no de la filosofía. Si se deseaba hablar de metafísica y del sentido de la vida, era necesario ir más allá de los límites de lo expresable. Para Wittgenstein, la labor de la filosofía consistía en exponer la falacia inherente al lenguaje.

La relación entre filosofía y ciencia ocupó a estos cuatro pensadores. En Alemania, la confianza en la filosofía ilustrada, que consideraba la razón humana como la cura para todos los males, se tambaleó después de los horrores de la guerra. La duda sobre la capacidad de la mente humana para tomar decisiones siempre racionales surgió. Así, se planteó la pregunta: ¿cuál era el propósito de la filosofía? Este cuestionamiento trascendental llevó a los filósofos a explorar el significado y el alcance del lenguaje en la comprensión del mundo y la existencia humana.

"Hay en la historia un vacío del tiempo, una brecha. La tradición se apodera del pasado para someterlo a sus designios."
«Hay en la historia un vacío del tiempo, una brecha. La tradición se apodera del pasado para someterlo a sus designios.»

Heidegger, Benjamin y Wittgenstein y su profunda desconfianza hacia la ciencia moderna

Heidegger, Benjamin y Wittgenstein compartían una profunda desconfianza hacia la ciencia moderna, y no solo por la influencia de la guerra en su perspectiva. Las teorías revolucionarias de las ciencias naturales, como la teoría de la relatividad de Einstein, el psicoanálisis freudiano y la teoría de la evolución de Darwin, arrojaron una nueva luz sobre viejos problemas filosóficos. Para algunos, estos avances planteaban la pregunta de si la filosofía había quedado completamente obsoleta.

Heidegger, con confianza en sí mismo, no se dejó intimidar por tales dudas. Lamentó el enfoque puramente teórico del mundo que caracterizó a la modernidad. Para él, la ciencia aprisiona a los humanos en la autoevitación superficial y bloquea su acceso al Dasein no adulterado, término que emplea para referirse a la existencia humana.

El mensaje central es claro: Heidegger, Benjamin y Wittgenstein compartían una profunda desconfianza hacia la ciencia moderna.

Benjamin, apasionado de la poesía, también tenía reservas considerables sobre las ciencias naturales. Las veía como un intento de tomar atajos para imponer el conocimiento, mientras él consideraba que el verdadero conocimiento residía en la revelación, no en la investigación. Benjamin argumentaba que aquellos que escuchaban pacientemente y contemplaban el mundo a su alrededor descubrirían sus secretos. El mito del progreso de las ciencias naturales, según él, silenciaba la voz del mundo y alejaba a los humanos de su entorno. Sus detallados bocetos de las cosas cotidianas pueden interpretarse como una protesta contra el desencanto del mundo. Para Benjamin, nada sería peor que sucumbir a una argumentación seca y una lógica lineal.

El escéptico Wittgenstein no se dejaba complacer fácilmente y mantenía sus reservas incluso con respecto a las ciencias naturales. A pesar de haber afirmado que la filosofía era superflua, tampoco depositaba mucha fe en la ciencia. Cuando los empiristas lógicos, un grupo de filósofos vieneses en guerra contra la especulación metafísica, lo invitaron a ser su líder intelectual, él declinó cortésmente. En su lugar, se dedicó a la arquitectura y diseñó un palacio residencial para su acaudalada hermana. La Casa Wittgenstein en la Kundmanngasse de Viena, con su estructura simple y ventanas pequeñas, es un símbolo perdurable del enigma irresoluble en la filosofía de Wittgenstein.

¿Y Cassirer? Siempre fue el optimista. A diferencia de sus colegas más escépticos, veía las ciencias naturales como una oportunidad para superar los límites humanos y expandir nuestras posibilidades de autocreación. La ciencia, según él, ya había hecho posible lo imposible en varias ocasiones, como la invención de aviones que desafiaban la gravedad.

Sin embargo, en la República de Weimar, asolada por la crisis, la mayoría de los ciudadanos tenían preocupaciones más inmediatas que reflexionar sobre la ciencia. Mientras Alemania abrazaba la democracia real por primera vez desde 1918, las grandes mentes de la filosofía se enfrentaban a la cuestión del futuro político del país.

"La historia es la actividad de destruir la historia, y el mito es el modo en que la historia se hace cargo de su propia destrucción."
«La historia es la actividad de destruir la historia, y el mito es el modo en que la historia se hace cargo de su propia destrucción.»

Las opiniones filosóficas sobre la política alemana

Las perspectivas filosóficas sobre la política alemana en 1928 eran notablemente diversas y reflejaban las tensiones y desafíos de la joven República de Weimar. Mientras el país se enfrentaba a problemas políticos y sociales, los destacados filósofos de la época, como Ernst Cassirer, Martin Heidegger, Walter Benjamin y Ludwig Wittgenstein, expresaban opiniones divergentes.

En un discurso conmemorativo del aniversario de la Constitución de Weimar, Cassirer, a pesar del creciente antisemitismo y las tensiones políticas, se erigió como un valiente defensor de la república democrática. Basándose en las ideas de Immanuel Kant, intentó contrarrestar el desencanto alemán con la democracia, destacando la compatibilidad entre la visión kantiana y un sistema democrático. Su compromiso con la patria constitucional, sin embargo, no evitó su posterior emigración debido al ascenso del nazismo.

Heidegger, en cambio, adoptaba una posición política diferente. Creía que una comunidad democrática interferiría con la búsqueda individual de significado y autenticidad. Abogaba por el aislamiento radical, comparando la plenitud humana con una choza solitaria en la Selva Negra, resistente ante los elementos. Aunque este enfoque puede interpretarse como una búsqueda romántica, la posterior afiliación de Heidegger al Partido Nazi revela su participación activa en la política bajo Hitler.

Benjamin, por su parte, coqueteó con el Partido Comunista, pero su papel de observador externo lo mantenía al margen de la arena política. Su situación como judío lo llevó a abandonar Alemania y, finalmente, a quitarse la vida en 1940 cuando temía ser extraditado por los nazis.

Wittgenstein, más enfocado en conceptos matemáticos como el infinito, se distanciaba de la política cotidiana, aunque regresó a Cambridge cuando Hitler anexó Austria.

Aunque estos filósofos no cambiaron el curso de la historia, recalibraron la brújula de la filosofía post-ilustración, dejando un legado que sigue guiándonos en la actualidad. Sus diversas perspectivas ilustran la complejidad y las tensiones de una época crucial en la historia alemana y en el desarrollo del pensamiento filosófico.

"La imagen dialéctica no se deja representar por el pensamiento, porque la misma no se deja fijar en ninguna idea conceptual, sino que permanece siempre viva y vibrante."
«La imagen dialéctica no se deja representar por el pensamiento, porque la misma no se deja fijar en ninguna idea conceptual, sino que permanece siempre viva y vibrante.»

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