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Descubre el significado oculto de las frases y citas más famosas de William Shakespeare

14/11/2020 by María Hidalgo

Mere­ce ser compartido:

Actua­li­za­do el Satur­day, 12 March, 2022

El dra­ma­tur­go inglés Ben Jon­son dijo una vez que Sha­kes­pea­re “no era de una épo­ca, sino de todos los tiem­pos”. Es difí­cil no estar de acuer­do con este veredicto.

La obra de Sha­kes­pea­re tie­ne un atrac­ti­vo uni­ver­sal que pocos auto­res pue­den riva­li­zar. Sus gran­des per­so­na­jes, des­de Romeo y Julie­ta has­ta Ham­let, Othe­llo y Mac­beth, lidian con lo que sig­ni­fi­ca ser humano. Sus pro­ble­mas son nues­tros pro­ble­mas: amor, odio, celos, ambi­ción, trai­ción, duda. Todos son reco­no­ci­bles ins­tan­tá­nea­men­te por el públi­co con­tem­po­rá­neo. Pero a pesar de la uni­ver­sa­li­dad de sus temas, Sha­kes­pea­re vivió en una épo­ca concreta. 

Para com­pren­der su tra­ba­jo, tam­bién hay que com­pren­der la Ingla­te­rra isa­be­li­na y los pro­ble­mas e ideas que la definieron. 

Descubre el significado oculto de las frases y citas más famosas de William Shakespeare 1

Este es el día de San Cris­pín. El que sobre­vi­va a este día y vuel­va sano y sal­vo a su casa, se iza­rá sobre las pun­tas de los pies cuan­do se men­cio­ne esta fecha, y se cre­ce­rá por enci­ma de sí mis­mo (…) Des­de este día has­ta el fin del mun­do la fies­ta de San Cris­pín nun­ca lle­ga­rá sin que a ella vaya aso­cia­do nues­tro recuer­do, el recuer­do de nues­tro peque­ño ejér­ci­to, de nues­tro peque­ño y feliz ejér­ci­to, de nues­tra ban­da de her­ma­nos. Por­que quien vier­ta hoy su san­gre con­mi­go será mi her­mano; por muy vil que sea, esta jor­na­da enno­ble­ce­rá su con­di­ción. Y los caba­lle­ros que per­ma­ne­cen aho­ra en el lecho de Ingla­te­rra se con­si­de­ra­rán mal­di­tos por no estar aquí, y será humi­lla­da su noble­za cuan­do escu­chen hablar a uno de los que haya com­ba­ti­do con noso­tros el día de San Crispín.

– Enri­que V (William Sha­kes­pea­re) gra­cias a esta tra­duc­ción.

__ ¿Qué des­cu­bri­rás en este post? __

  • 101 citas y fra­ses céle­bres de William Shakespeare
    • Citas de las obras de William Shakespeare
    • Citas sobre Sha­kes­pea­re y su obra
    • 1599 en Tudor London
    • A los lon­di­nen­ses les encan­ta­ba el teatro
    • Inver­tir ase­gu­ró el futu­ro finan­cie­ro de Shakespeare
    • La Ingla­te­rra isa­be­li­na y su bata­lla teo­ló­gi­ca y mili­tar con la Espa­ña católica
    • Sha­kes­pea­re com­pren­dió el esta­do de áni­mo de Londres
    • El ase­si­na­to fue una de las gran­des cues­tio­nes polí­ti­cas en 1599
    • Sha­kes­pea­re tam­bién era un hom­bre de negocios
    • El Glo­bo cimen­tó su repu­tación como el mejor dramaturgo

101 citas y frases célebres de William Shakespeare

«Con una inmó­vil son­ri­sa en los labios se pue­de ser un vil».

«Con­ser­var algo que me ayu­de a recor­dar­te sería admi­tir que te pue­do olvidar».

«El amor de los jóve­nes no está en el cora­zón, sino en los ojos».

«El amor no pros­pe­ra en cora­zo­nes que se ame­dren­tan en las sombras».

«El cobar­de mue­re muchas veces; el valien­te sólo mue­re una vez».

«El loco se cree cuer­do, mien­tras el cuer­do reco­no­ce que no es sino un loco».

«El mun­do ente­ro es un teatro».

«Esta­mos hechos de la mis­ma mate­ria que los sue­ños y nues­tra peque­ña vida ter­mi­na durmiendo».

«Hay son­ri­sas que hie­ren como puñales».

«La bre­ve­dad es el alma del ingenio».

«La cruel­dad es un tirano sos­te­ni­do sólo por el mie­do».

«La juven­tud, aún cuan­do nadie la com­ba­ta, halla en sí mis­ma su pro­pio enemigo».

«La memo­ria es la cen­ti­ne­la del cerebro».

«La pros­pe­ri­dad es el mas segu­ro lazo de amor».

«Los hom­bres pode­ro­sos tie­nen manos que lle­gan lejos».

«Los puña­les, cuan­do no están en la mano, pue­den estar en las pala­bras»

«Los vie­jos des­con­fían de la juven­tud por­que han sido jóvenes».

«No bas­ta hablar; hay que hablar veraz».

«No hay nada tan común como el deseo de ser elo­gia­do».

«¡Oh amor pode­ro­so!, que a veces hace de una bes­tia un hom­bre, y otras de un hom­bre una bestia».

«Aun­que seas tan cas­to como el hie­lo y tan puro como la nie­ve, no esca­pa­rás a las calumnias».

«Tan impo­si­ble es avi­var la lum­bre con nie­ve, como apa­gar el fue­go del amor con palabras».

«Todas las difi­cul­ta­des son fáci­les una vez cono­ci­das».

Citas de las obras de William Shakespeare

«El tra­je deno­ta muchas veces al hombre».

A buen fin no hay mal tiem­po. Fuen­te: 2.º acto, esce­na V.

«No os fiéis de las tablas podridas».

Anto­nio y Cleo­pa­tra. Pági­na prin­ci­pal: Anto­nio y Cleopatra

«El mun­do ente­ro es un teatro».

Como gus­téis. Fuen­te: 2.º acto, esce­na VII.

«El mis­mo dia­blo cita­rá las sagra­das escri­tu­ras si vie­ne bien a sus propósitos».

El mer­ca­der de Vene­cia
Pági­na prin­ci­pal: El mer­ca­der de Vene­cia. Fuen­te: 1.º acto, esce­na III

«Agi­tán­do­nos para alcan­zar lo mejor, malea­mos a menu­do lo bueno».

El Rey Lear. Pági­na prin­ci­pal: El rey Lear. Fuen­te: 1.º acto, esce­na IV

«Un hom­bre sólo mue­re una vez»

Enri­que IV

«Ser o no ser. Esa es la pregunta».

Ham­let. Pági­na prin­ci­pal: Ham­let. Fuen­te: 3.º acto, esce­na I

«De todas las mara­vi­llas que he oído, la que mayor asom­bro me cau­sa es que los hom­bres ten­gan miedo».

Julio César. Pági­na prin­ci­pal: Julio César (Sha­kes­pea­re)

«El dine­ro si va delan­te, todos los cami­nos se abren».

Las ale­gres coma­dres de Wind­sor. Fuen­te: 2.º acto, esce­na II

«El que mue­re paga todas sus deudas».

La tem­pes­tad. Fuen­te: 3.º acto, esce­na II

«La vida es un cuen­to con­ta­do por un idio­ta, lleno de rui­do y de furia, que no tie­ne nin­gún sentido».

Mac­beth. Pági­na prin­ci­pal: Mac­beth. Fuen­te: 5.º acto, esce­na V

«El des­di­cha­do no tie­ne otra medi­ci­na que la esperanza».

Medi­da por medi­da.
Fuen­te: 3.º acto, esce­na I. Pági­na prin­ci­pal: Medi­da por medida

«Cuan­do afir­mé que mori­ría sol­te­ro es que no pen­sa­ba vivir has­ta que me casara».

Mucho rui­do y pocas nue­ces
Pági­na prin­ci­pal: Mucho rui­do y pocas nue­ces. Fuen­te: 2.º acto, esce­na III

«El pla­cer y la acción hacen apa­re­cer bre­ves las horas».

Ote­lo. Pági­na prin­ci­pal. 2.º acto, esce­na III.

«Cuan­do los tira­nos pare­cen besar ha lle­ga­do el momen­to de echar­se a temblar…».

Peri­cles.

«¡Un caba­llo, un caba­llo! ¡Mi rei­no por un caballo!».

Peri­cles. Fuen­te: Acto I, esce­na IV. Ricar­do III. Pági­na prin­ci­pal: Ricar­do III. Fuen­te: 5.º acto, esce­na IV

Sue­ño de una noche de verano
Pági­na prin­ci­pal: Sue­ño de una noche de verano
«El amor no mira con los ojos, sino con el alma».[3]
Fuen­te: 1.º acto, esce­na I.

«Mi cora­zón está siem­pre a vues­tro servicio».

Timón de Atenas. 

Citas sobre Shakespeare y su obra

«Incu­rren algu­nos tra­duc­to­res de Sha­kes­pea­re, por exce­so de admi­ra­ción dis­cul­pa­ble, en el peca­do de ido­la­tría. Todo les pare­ce en él sobre­hu­mano y le creen más divino cuan­to más mis­te­rio­so; las fra­ses más vul­ga­res toman, al ser inter­pre­ta­das por ellos, un aire enig­má­ti­co y sibilino».

Jacin­to Bena­ven­te. Una com­pi­la­ción de tra­duc­cio­nes de Sha­kes­pea­re publi­ca­da por Edi­to­rial Éxi­to (Bar­ce­lo­na, 1951).

«“La vida es un cuen­to dicho por un idio­ta [told by an idiot] —un cuen­to lleno de estruen­do y furia, que nada sig­ni­fi­ca [sig­nif­ying nothing]—”. Esto dice Sha­kes­pea­re por boca de Mac­beth. Y en Julio César, a la muer­te del héroe, dice, si no recuer­do mal (cito de memo­ria):

“Natu­ra­le­za ergui­da podrá excla­mar: Éste fue un hom­bre. ¿Cuán­do sal­drá otro?” Deci­di­da­men­te, Ingla­te­rra tuvo un poe­ta a quien lla­ma­mos Sha­kes­pea­re, aun­que no sabe­mos si él hubie­ra res­pon­di­do por ese nombre».

Anto­nio Macha­do. Fuen­te. Juan de Mai­re­na II.

«Lo remar­ca­ble de Sha­kes­pea­re es que real­men­te es muy bueno, pese a toda la gen­te que dice que es muy bueno».

Fuen­te: The Obser­ver (1964).

«Mas crea­nos los lec­to­res, y no se fien de tra­duc­cio­nes. Pocos pasa­jes hay en Sha­kes­pea­re que sean capa­ces de ella, y nin­guno que des­pués de tra­du­ci­do con­ser­ve el sabor exqui­si­to que deja el original».

José María Blan­co White

«… para col­mo de cala­mi­dad y de horror, soy yo el que en otro tiem­po habló pri­me­ro de este Sha­kes­pea­re; yo fui el pri­me­ro que mos­tró a los fran­ce­ses algu­nas per­las que había encon­tra­do en su enor­me estercolero».

Vol­tai­re. Fuen­te: Bes­ter­man, Theo­do­re (ed.). 1967, Vol­tai­re on Sha­kes­pea­re, 175. Gene­ve, Ins­ti­tut et Musee Voltaire

1599 en Tudor London

En este artícu­lo nos pro­po­ne­mos ayu­dar­te a enten­der­lo mien­tras explo­ra­mos los even­tos de 1599, un hito en la his­to­ria de Ingla­te­rra y en la vida de Shakespeare.

Des­cu­bri­rás:

  • cómo una sabia inver­sión en 1599 ase­gu­ró el futu­ro finan­cie­ro de Shakespeare;
  • por qué Sha­kes­pea­re dejó su Strat­ford natal y se mudó a Lon­dres; y
  • cómo la Refor­ma Pro­tes­tan­te lle­vó a Ingla­te­rra a un con­flic­to con la Espa­ña católica.

Tudor Lon­don era una ciu­dad famo­sa por sus tea­tros y su públi­co tea­tral, que es lo que lle­vó a Sha­kes­pea­re a la capi­tal ingle­sa. En 1599, ya con un éxi­to mode­ra­do, Sha­kes­pea­re invir­tió en un tea­tro per­ma­nen­te para su com­pa­ñía, deci­sión que ase­gu­ró su posi­ción finan­cie­ra de por vida. Fue allí don­de puso en esce­na sus últi­mos tra­ba­jos, una serie de dra­mas y tra­ge­dias que explo­ran las gran­des cues­tio­nes del momen­to como el con­flic­to reli­gio­so y el ase­si­na­to. A fina­les de año, Sha­kes­pea­re se había con­ver­ti­do en una mar­ca reco­no­ci­da y era amplia­men­te admi­ra­do como el mejor dra­ma­tur­go del momento.

A los londinenses les encantaba el teatro

Tudor Lon­don, una ciu­dad de alre­de­dor de 200.000 habi­tan­tes, era famo­sa por sus teatros.

A fina­les del siglo XVI, dos “com­pa­ñías de jue­go” domi­na­ban la ciu­dad: Lord Cham­ber­lai­n’s Men (la com­pa­ñía de William Sha­kes­pea­re) y sus prin­ci­pa­les riva­les, Admi­ra­l’s Men.

Los tea­tros en los que actua­ban estas com­pa­ñías podían aco­ger entre dos y tres mil espec­ta­do­res. Si dos tea­tros repre­sen­ta­ron obras el mis­mo día, es pro­ba­ble que asis­tie­ran unos tres mil lon­di­nen­ses, aun­que los tea­tros estu­vie­ran medio vacíos. En una sema­na, esa cifra se ele­vó a 15.000 lon­di­nen­ses, lo que sig­ni­fi­ca que casi un ter­cio de la pobla­ción de la ciu­dad pagó para ver una obra de tea­tro cada mes.

Fue esta extra­or­di­na­ria esce­na cul­tu­ral la que lle­vó a Sha­kes­pea­re, enton­ces un ambi­cio­so dra­ma­tur­go de vein­ti­tan­tos años, a Lon­dres en 1585.

A los lon­di­nen­ses les encan­ta­ba el tea­tro, pero no había muchos dra­ma­tur­gos talen­to­sos en la déca­da de 1590.

La popu­la­ri­dad de las obras fue una ben­di­ción para dra­ma­tur­gos como Sha­kes­pea­re, pero fue un dolor de cabe­za para las auto­ri­da­des de la ciudad.

Los tea­tros se encon­tra­ban típi­ca­men­te en áreas sór­di­das noto­rias por la pros­ti­tu­ción, los deli­tos meno­res y el con­su­mo exce­si­vo de alcohol. Como lo vie­ron los legis­la­do­res de Lon­dres, los con­ce­ja­les, cana­li­zar a dos o tres mil bulli­cio­sos espec­ta­do­res al tea­tro en estos barrios era una rece­ta para los problemas.

En el verano de 1597, soli­ci­ta­ron al gobierno que cerra­ra los tea­tros de Lon­dres. El esce­na­rio, argu­men­ta­ron, con­te­nía “nada más que fábu­las pro­fa­nas”. Peor aún, tal inmo­ra­li­dad atraía a “vaga­bun­dos, hom­bres sin amo, ladro­nes, ladro­nes de caba­llos y prostitutas”.

Es cier­to que a la gen­te común le encan­ta­ba el tea­tro, pero a los ciu­da­da­nos adi­ne­ra­dos de Lon­dres les gus­ta­ba tan­to jugar como a sus homó­lo­gos ple­be­yos. Pue­de que el públi­co del tea­tro haya teni­do una bue­na can­ti­dad de “hom­bres sin amo”, pero tam­bién había muchos jóve­nes caba­lle­ros y aris­tó­cra­tas. En últi­ma ins­tan­cia, fue el patro­ci­nio de este últi­mo lo que sal­vó a los tea­tros de Lon­dres del cierre. 

A pesar de su gran audien­cia y entu­sias­mo, la déca­da de 1590 fue una déca­da de esca­sez. Los mejo­res dra­ma­tur­gos de una gene­ra­ción ante­rior habían sali­do del esce­na­rio de la vida. En 1597, maes­tros dra­ma­tur­gos como Chris­topher Mar­lo­we, Robert Gree­ne y Geor­ge Peel esta­ban muer­tos. La nue­va gene­ra­ción, que incluía a dra­ma­tur­gos des­ti­na­dos a la gran­de­za como Ben Jon­son, ape­nas esta­ba encon­tran­do su voz.

Eso dejó a Sha­kes­pea­re, el úni­co dra­ma­tur­go impor­tan­te que se exten­dió a hor­ca­ja­das sobre estas dos gene­ra­cio­nes. Eti­que­ta­do como un “cuer­vo adve­ne­di­zo” por el pri­me­ro, esta­ba más cer­ca de un vete­rano cano­so a los ojos del segun­do. Pero fue solo en 1599 que se esta­ble­ció como el mejor dra­ma­tur­go de la época.

Invertir aseguró el futuro financiero de Shakespeare

Los tea­tros de Lon­dres no eran solo hitos cul­tu­ra­les, tam­bién eran nego­cios. En 1599, los empre­sa­rios que espe­ra­ban sacar pro­ve­cho del amor de los lon­di­nen­ses por el esce­na­rio invir­tie­ron mucho en nue­vos tea­tros. Los hom­bres del almi­ran­te se muda­ron a un tea­tro espe­cial­men­te cons­trui­do lla­ma­do For­tu­ne, jus­to afue­ra de las puer­tas de la ciu­dad. Otros luga­res, como Boa­r’s Head, apa­re­cie­ron en los subur­bios del este.

Los hom­bres de Lord Cham­ber­lain care­cían de una casa de jue­gos per­ma­nen­te. Enfren­ta­dos a una com­pe­ten­cia más apre­ta­da que nun­ca, Sha­kes­pea­re y sus com­pa­ñe­ros acto­res-accio­nis­tas toma­ron un ries­go y deci­die­ron inver­tir su pro­pio dine­ro en la cons­truc­ción de una nue­va casa: el Globe.

El cos­to de cons­truir tea­tros como el For­tu­ne fue cubier­to por empre­sa­rios. A cam­bio, estos inver­so­res se que­da­ron con la mayor par­te de las ganan­cias gene­ra­das por empre­sas como Admi­ra­l’s Men.

El Glo­bo era dife­ren­te. La mitad del cos­to de cons­truc­ción, alre­de­dor de £ 700, fue cubier­ta por dos her­ma­nos empren­de­do­res, Richard y Cuth­bert Bur­ba­ge. La otra mitad fue cubier­ta por Sha­kes­pea­re y otros cua­tro acto­res-accio­nis­tas, quie­nes cada uno apor­tó 70 libras esterlinas. 

Esta fue una suma con­si­de­ra­ble. Para poner­lo en pers­pec­ti­va, un dra­ma­tur­go inde­pen­dien­te reci­bió alre­de­dor de seis libras por una obra de tea­tro, mien­tras que un jor­na­le­ro tenía suer­te si gana­ba más de diez libras en un año. Enton­ces, ¿por qué Sha­kes­pea­re y sus cole­gas asu­mie­ron este ries­go? Bueno, si el Glo­bo pros­pe­ra­ba, ellos tam­bién lo harían. A dife­ren­cia de los acto­res-accio­nis­tas de otras com­pa­ñías, cada uno de ellos ten­dría una par­ti­ci­pa­ción del 10 por cien­to en las ganan­cias futu­ras del tea­tro. Dado el ape­ti­to insa­cia­ble de los lon­di­nen­ses por el esce­na­rio, eso podría sig­ni­fi­car has­ta £ 100 al año por par­te de los intere­sa­dos, un ingre­so lo sufi­cien­te­men­te gran­de como para ase­gu­rar su lugar en la cla­se media acomodada.

El Glo­be, un edi­fi­cio de made­ra cons­trui­do alre­de­dor de un esce­na­rio cir­cu­lar coro­na­do con un techo de paja, esta­ba situa­do en un barrio acci­den­ta­do fue­ra de los lími­tes del sur de la ciu­dad. Este barrio, Bank­si­de, se abrió camino en las obras de Sha­kes­pea­re. En Noche de Reyes , por ejem­plo, se acon­se­ja a un per­so­na­je que se alo­je en los “subur­bios del sur, en el Ele­fan­te”, una refe­ren­cia a un bur­del de Bank­si­de con­ver­ti­do recien­te­men­te en una posa­da que debió sus­ci­tar son­ri­sas de com­pli­ci­dad en la audien­cia del Globe.

El Glo­be debía abrir en julio. Sin embar­go, antes de eso, Sha­kes­pea­re nece­si­ta­ba escri­bir una nue­va obra para mar­car la oca­sión. Los even­tos con­tem­po­rá­neos ofre­ce­rían mucha inspiración.

La Inglaterra isabelina y su batalla teológica y militar con la España católica

Antes de con­ti­nuar con nues­tra narra­ti­va, debe­mos retro­ce­der a la déca­da de 1530, una de las déca­das más impor­tan­tes de la his­to­ria de Inglaterra. 

En las déca­das de 1520 y 30, Ingla­te­rra toda­vía era un país cató­li­co, lo que sig­ni­fi­ca que, en asun­tos reli­gio­sos, siguió el ejem­plo del Papa en Roma. Pero el cam­bio reli­gio­so esta­ba en el hori­zon­te. A fina­les de la déca­da de 1520, Enri­que VIII, rey de Ingla­te­rra, expre­só su deseo de anu­lar su matri­mo­nio actual y casar­se con otra mujer, una unión que el Papa prohi­bió. A pesar de la inter­dic­ción del Papa, Enri­que siguió ade­lan­te. La Igle­sia y el rey esta­ban aho­ra enfrentados.

Esta dispu­ta, ori­gi­nal­men­te de natu­ra­le­za polí­ti­ca, comen­zó a adqui­rir una dimen­sión teo­ló­gi­ca aña­di­da. Si el rey inglés podía des­obe­de­cer al Papa, ¿no sig­ni­fi­ca­ba eso que era la máxi­ma auto­ri­dad reli­gio­sa de Ingla­te­rra? Una serie de leyes apro­ba­das en la déca­da de 1530 esta­ble­cie­ron pre­ci­sa­men­te eso, con­vir­tien­do a Henry en el jefe de la igle­sia ingle­sa. Esta fue la sal­va ini­cial de la Refor­ma ingle­sa , una rami­fi­ca­ción de la Refor­ma pro­tes­tan­te en Europa.

Enri­que VIII puso en mar­cha la con­ver­sión de Ingla­te­rra al pro­tes­tan­tis­mo, pero fue Isa­bel I quien com­ple­tó la “Revo­lu­ción ingle­sa”, como lle­gó a ser lla­ma­da. En 1559, Isa­bel, que había ascen­di­do al trono en 1558, intro­du­jo una nue­va teo­lo­gía que se basó en gran medi­da en refor­ma­do­res pro­tes­tan­tes como Lute­ro y Cal­vino. Este acto la puso en cur­so de coli­sión con la mayor poten­cia cató­li­ca de Euro­pa: la Espa­ña de los Habsburgo.

El impe­rio espa­ñol era vas­to, se exten­día des­de Amé­ri­ca Lati­na has­ta Ita­lia y las Fili­pi­nas de hoy. El rey espa­ñol en ese momen­to, Feli­pe II, no era solo un cató­li­co devo­to, tam­bién se veía a sí mis­mo como un defen­sor del cato­li­cis­mo, que creía que esta­ba ame­na­za­do por revo­lu­cio­na­rios pro­tes­tan­tes como Isabel.

No esta­ba del todo equi­vo­ca­do. En los Paí­ses Bajos, otra colo­nia espa­ño­la, los revo­lu­cio­na­rios pro­tes­tan­tes lucha­ban por la inde­pen­den­cia de Espa­ña. Isa­bel apo­yó a estos insur­gen­tes y envió tro­pas ingle­sas para ayu­dar­los. En repre­sa­lia, Feli­pe res­pal­dó a los rebel­des cató­li­cos que lucha­ban con­tra el domi­nio inglés en Irlan­da. Pero el cho­que de Feli­pe e Isa­bel no se limi­tó a meras gue­rras por pode­res. Pron­to se con­vir­tió en un con­flic­to directo.

En 1588, Feli­pe deci­dió derro­car a Isa­bel y devol­ver Ingla­te­rra al redil cató­li­co. Ese año, envió una flo­ta, o arma­da , de 130 bar­cos que trans­por­ta­ban tro­pas espa­ño­las a Ingla­te­rra. El mal tiem­po y el uso por par­te de la arma­da ingle­sa de embar­ca­cio­nes suma­men­te manio­bra­bles con­tra los galeo­nes car­ga­dos de Espa­ña blo­quea­ron este inten­to de depo­ner a Isa­bel, pero fue solo un res­pi­ro tem­po­ral para la rei­na inglesa.

En 1599, con las tro­pas ingle­sas ata­das a la lucha en los Paí­ses Bajos e Irlan­da, Ingla­te­rra era una vez más vul­ne­ra­ble a la inva­sión: el nue­vo rey de Espa­ña, Feli­pe III e Isa­bel lo sabían.

Shakespeare comprendió el estado de ánimo de Londres

Cuan­do se inau­gu­ró el Glo­be en julio de 1599, Ingla­te­rra esta­ba en esta­do de páni­co. Las fuer­zas ingle­sas en Irlan­da habían sufri­do múl­ti­ples derro­tas y esta­ban estan­ca­das en Holan­da. Mien­tras tan­to, la teso­re­ría se esta­ba agotando.

En Julio César de Sha­kes­pea­re , una obra que se com­ple­tó en esta épo­ca, Bru­to repren­de amar­ga­men­te a Casio, otro sena­dor romano, por rete­ner “oro para pagar mis legio­nes”. Fue una refe­ren­cia que la audien­cia de Sha­kes­pea­re habría enten­di­do de inme­dia­to. Duran­te todo el verano, cir­cu­la­ron rumo­res de que los sol­da­dos ingle­ses en Irlan­da esta­ban a pun­to de amo­ti­nar­se “por fal­ta de pago y esca­sez de víveres”. 

Tam­bién se habló en Lon­dres de otra arma­da espa­ño­la. A media­dos de julio, se infor­mó de que 57 bar­cos con 25.000 sol­da­dos se esta­ban pre­pa­ran­do para zar­par en Andalucía.

Sha­kes­pea­re cap­tu­ró el esta­do de áni­mo en Lon­dres mien­tras la ciu­dad se pre­pa­ra­ba para una inva­sión española.

Isa­bel envió las fuer­zas que que­da­ban en Ingla­te­rra a posi­cio­nes defen­si­vas estra­té­gi­cas. Miles de sol­da­dos lle­ga­ron a Lon­dres, una ciu­dad vul­ne­ra­ble por el Táme­sis, un río ancho y pro­fun­do que desem­bo­ca en el Mar del Nor­te. Con poco que hacer más que espe­rar la lle­ga­da de los espa­ño­les, estos hom­bres deben haber aco­gi­do con satis­fac­ción las dis­trac­cio­nes que ofre­cían los tea­tros de Lon­dres. Si bien no pode­mos estar segu­ros de cómo pasó Sha­kes­pea­re su verano, es pro­ba­ble que el Glo­bo haya hecho un buen inter­cam­bio en esos meses.

El reper­to­rio de los Hom­bres de Cham­be­lán cier­ta­men­te con­te­nía obras adap­ta­das al momen­to. Uno fue el pro­pio Enri­que V de Sha­kes­pea­re , una cele­bra­ción de la glo­ria mili­tar ingle­sa. Lue­go esta­ba A Larum for Lon­don , una obra sobre la caí­da de Ambe­res ante las fuer­zas espa­ño­las en 1576. Una pie­za san­grien­ta en la que se masa­cra a civi­les, se ame­na­za con vio­lar a vír­ge­nes y se tor­tu­ra a ingle­ses, habría pro­vo­ca­do esca­lo­fríos en los espec­ta­do­res que anti­ci­pa­ban la lle­ga­da de los sol­da­dos espa­ño­les a su pro­pia ciudad. 

Al final, los espa­ño­les nun­ca lle­ga­ron, pero está cla­ro que esta atmós­fe­ra de páni­co expec­ta­ti­va dejó una hue­lla en Sha­kes­pea­re. Tome­mos a Othe­llo , una obra de tea­tro escri­ta unos años des­pués, que comien­za con los gene­ra­les dis­cu­tien­do ansio­sa­men­te infor­mes con­tra­dic­to­rios sobre el tama­ño de una flo­ta enemi­ga que se acer­ca. “Mis car­tas dicen cien­to sie­te gale­ras”, dice uno. “El mío es cien­to cua­ren­ta”, afir­ma otro. “Y el mío”, aña­de un ter­ce­ro, “dos­cien­tos. . . ”

De mane­ra simi­lar, la pri­me­ra esce­na de Ham­let , escri­ta en 1599, mues­tra a sol­da­dos ner­vio­sos hacien­do guar­dia con­tra un enemi­go invi­si­ble. “¿Por qué”, se pre­gun­ta uno, “esta mis­ma vigi­lan­cia estric­ta y obser­va­do­ra / Tra­ba­ja tan todas las noches el tema de la tie­rra?” Este esta­do de áni­mo oscu­ro, lleno de ame­na­zas incier­tas, habría sido dema­sia­do fami­liar para los lon­di­nen­ses que expe­ri­men­ta­ron ese verano.

El asesinato fue una de las grandes cuestiones políticas en 1599

Julio César fue una de las pri­me­ras obras repre­sen­ta­das en el recién inau­gu­ra­do Glo­be, y pare­ce que Sha­kes­pea­re la escri­bió con esta oca­sión en mente.

Muchos espec­ta­do­res encuen­tran la obra des­equi­li­bra­da por­que su momen­to cru­cial, el ase­si­na­to de Julio César por sus anti­guos alia­dos, Bru­to y Casio, ocu­rre tan tem­prano en el pri­mer acto. El segun­do y ter­cer acto, por el con­tra­rio, exa­mi­nan las secue­las de su muerte.

Sin embar­go, esto no fue un des­cui­do o una mala cons­pi­ra­ción por par­te de Sha­kes­pea­re. Aun­que la obra se desa­rro­lla en la anti­gua Roma, Julio César no es una medi­ta­ción sobre la his­to­ria roma­na. Más bien, se tra­ta de las cues­tio­nes polí­ti­cas que preo­cu­pa­ban al públi­co isa­be­lino, sobre todo las secue­las de la vio­len­cia política.

Bru­to y Casio de Sha­kes­pea­re jus­ti­fi­can su deci­sión de matar a César ape­lan­do a un argu­men­to moral. César, afir­man, se esta­ba vol­vien­do cada vez más errá­ti­co y dic­ta­to­rial; si no lo hubie­ran dete­ni­do antes de que fue­ra dema­sia­do tar­de, habría lle­va­do a Roma a la ruina.

En su opi­nión, un gober­nan­te pue­de ser derro­ca­do con jus­ti­cia si exce­de sus pode­res legí­ti­mos o ame­na­za los intere­ses del esta­do. De ello se dedu­ce, enton­ces, que los súb­di­tos solo deben su leal­tad a los bue­nos gober­nan­tes. A los malos gober­nan­tes no se les debe nada, ni siquie­ra sus vidas.

Esta línea de pen­sa­mien­to es un pilar cla­ve del repu­bli­ca­nis­mo , una ideo­lo­gía polí­ti­ca con raí­ces en la anti­gua Gre­cia y Roma que fue redes­cu­bier­ta por los radi­ca­les en la Ingla­te­rra isa­be­li­na. Desem­pe­ña­ría un papel cla­ve en la gue­rra civil ingle­sa en la déca­da de 1660, que ter­mi­nó con los repu­bli­ca­nos jus­ti­fi­can­do la eje­cu­ción de un rey inglés con pala­bras que se hicie­ron eco de las de Bru­tus y Cas­sius de Shakespeare.

Sin embar­go, los radi­ca­les repu­bli­ca­nos no eran una ame­na­za real para la rei­na ingle­sa; temía a los ase­si­nos cató­li­cos. En 1570, el Papa exco­mul­gó a Isa­bel. Esto sig­ni­fi­ca­ba que los cató­li­cos lea­les a Roma podían, en con­cien­cia, apo­yar su ase­si­na­to e inclu­so tra­ba­jar para lograr ese obje­ti­vo. Muchos hicie­ron pre­ci­sa­men­te eso, y hubo una serie de ata­ques con­tra Eli­za­beth, uno de los cua­les invo­lu­cró a un parien­te lejano de Shakespeare.

Pero el pun­to de Sha­kes­pea­re en Julio César no es para jus­ti­fi­car o con­de­nar una fac­ción u otra, es para comen­tar sobre la con­di­ción huma­na. Los actos nobles de cual­quier tipo, mues­tra, tie­nen con­se­cuen­cias no desea­das. Como todos los ase­si­nos, Bru­to y Casio espe­ra­ban citar “sacri­fi­ca­do­res, pero no car­ni­ce­ros”, pero ter­mi­na­ron tra­yen­do a Roma el mis­mo caos que tenían la inten­ción de evi­tar. Ingla­te­rra, sugie­re Sha­kes­pea­re, haría bien en pres­tar aten­ción a esta lección.

Shakespeare también era un hombre de negocios

La Refor­ma no fue solo un dra­ma repre­sen­ta­do en el esce­na­rio de la his­to­ria mun­dial por un elen­co de reyes y rei­nas, impe­rios y ejér­ci­tos. En las ciu­da­des de pro­vin­cias de todo el país, los súb­di­tos humil­des tam­bién con­tri­bu­ye­ron a los cam­bios que se exten­die­ron por la Ingla­te­rra isabelina.

Tome Strat­ford, la ciu­dad natal de Sha­kes­pea­re, una ciu­dad comer­cial a unos 160 kiló­me­tros al noroes­te de Lon­dres. En 1571, cuan­do Sha­kes­pea­re tenía sie­te años, la mul­ti­tud se reu­nió fren­te a la igle­sia de Strat­ford para ver cómo un vidrie­ro derri­ba­ba sus vidrie­ras, un sím­bo­lo odia­do del papa­do. Fue una decla­ra­ción: Strat­ford no vol­ve­ría al redil católico.

Tam­bién hubo otros cam­bios. En el pasa­do, los acto­res ambu­lan­tes se habían dete­ni­do para actuar en Strat­ford. Aho­ra, las auto­ri­da­des de la ciu­dad puri­ta­na emi­tie­ron mul­tas a cual­quie­ra que fue­ra sor­pren­di­do como anfi­trión de “juga­do­res”. ¿Cómo enca­ja­ba Sha­kes­pea­re, el famo­so dra­ma­tur­go, en este cuadro?

Sha­kes­pea­re visi­ta­ba a su espo­sa e hijos en Strat­ford apro­xi­ma­da­men­te una vez al año. No regre­só dis­fra­za­do de bar­do; lle­gó como un inver­sor inte­li­gen­te y un hom­bre de con­si­de­ra­ble riqueza.

Tome­mos un inci­den­te de 1598. Richard Qui­ney, uno de los ciu­da­da­nos más pro­mi­nen­tes de Strat­ford, tuvo mala suer­te y requi­rió un prés­ta­mo de £ 30. Sin embar­go, no pidió ayu­da a sus veci­nos. En cam­bio, le escri­bió a Sha­kes­pea­re, su “buen ami­go y com­pa­trio­ta cari­ño­so” en Londres.

No sabe­mos si Sha­kes­pea­re le dio a Qui­ney el dine­ro o lo recha­zó, pero es fácil ver por qué Qui­ney pen­só que tenía el dine­ro. Inclu­so antes de su inver­sión en el Glo­bo en 1599, Sha­kes­pea­re pare­ce haber sido finan­cie­ra­men­te segu­ro. En 1597, por ejem­plo, com­pró una gran casa en Strat­ford lla­ma­da New Pla­ce con diez habi­ta­cio­nes, tres pisos, dos jar­di­nes, dos huer­tos y dos gra­ne­ros. Le cos­tó 120 libras.

Sha­kes­pea­re lue­go hizo otra inver­sión, com­pran­do 80 bushels de mal­ta. Este era un pro­duc­to cos­to­so que solo era ren­ta­ble cuan­do se com­pra­ba al por mayor. Cuan­do hizo su com­pra, la mal­ta esca­sea­ba. Esta esca­sez fue tan seve­ra que el gobierno tra­tó de obli­gar a per­so­nas como Sha­kes­pea­re a ven­der­lo en el mer­ca­do libre y así evi­tar el des­con­ten­to popular.

Sha­kes­pea­re, sin embar­go, se arries­gó con los pobres des­con­ten­tos de Strat­ford, que aho­ra esta­ban mur­mu­ran­do acer­ca de col­gar a los aca­pa­ra­do­res como el dra­ma­tur­go “en hor­cas en sus pro­pias puer­tas”. Des­pués de haber man­te­ni­do el grano fue­ra del mer­ca­do y haber ayu­da­do a subir el pre­cio, Sha­kes­pea­re ven­dió su mal­ta con una ganan­cia considerable.

El Globo cimentó su reputación como el mejor dramaturgo

A prin­ci­pios de 1599, Sha­kes­pea­re era un dra­ma­tur­go pro­duc­ti­vo y exi­to­so. Su tra­ba­jo com­pla­ció al públi­co y se ven­dió bien, aun­que gene­ral­men­te en volú­me­nes anónimos.

A fina­les de año, eso había cam­bia­do. Su nom­bre aho­ra era un atrac­ti­vo en sí mis­mo. Un empre­sa­rio inclu­so reco­pi­ló sus poe­mas en un libro lleno de imi­ta­cio­nes de poe­tas meno­res. Se ago­tó en unos días. Los con­tem­po­rá­neos de Sha­kes­pea­re tam­bién nota­ron esta cre­cien­te popu­la­ri­dad, bur­lán­do­se de los jóve­nes que bus­ca­ban en la obra de Sha­kes­pea­re fra­ses para reco­ger y de cuyos “labios flu­yen / nada más que Julie­ta y Romeo”.

Como esa colec­ción de poe­mas sin licen­cia, esto pro­ba­ble­men­te irri­tó a Sha­kes­pea­re, pero era un signo de los tiem­pos: aho­ra era una mar­ca reconocida.

El Glo­bo fue fun­da­men­tal para el éxi­to de Sha­kes­pea­re. Antes de que abrie­ra sus puer­tas, los tea­tros de Lon­dres pre­sen­ta­ban el mis­mo reper­to­rio de obras. Los lon­di­nen­ses no fue­ron a la del tea­tro; fue­ron a un tea­tro, cual­quie­ra que estu­vie­ra más cerca.

Pero si que­rías ver un dra­ma his­tó­ri­co apa­sio­nan­te como Enri­que V o una obra de tea­tro de actua­li­dad fina­men­te ela­bo­ra­da como Julio César , tenías que ir al Glo­be. Eso no se debió solo a la escri­tu­ra del pro­pio Sha­kes­pea­re, sino que tam­bién fue un refle­jo de su capa­ci­dad para detec­tar acto­res talen­to­sos capa­ces de inter­pre­tar las par­tes que él escri­bió para ellos.

El tea­tro en Lon­dres nun­ca vol­ve­ría a ser el mis­mo. Otras empre­sas se die­ron cuen­ta de que ellas tam­bién tenían que cam­biar para man­te­ner­se al día con los hom­bres de Cham­ber­lain. Los hom­bres del almi­ran­te inclu­so con­tra­ta­ron al cons­truc­tor que había super­vi­sa­do la cons­truc­ción del Glo­bo para cons­truir su nue­va casa de jue­gos. Cuan­do abrió, tam­bién incluía un pro­gra­ma que no se podía encon­trar en nin­gún otro lugar de la ciudad.

Sha­kes­pea­re tenía aho­ra 35 años, a la mitad de lo que el poe­ta ita­liano Dan­te lla­mó “el via­je de la vida”. Había escri­to y cola­bo­ra­do en la redac­ción de más de 20 obras dra­má­ti­cas, con un pro­me­dio de dos obras al año. Miran­do hacia atrás duran­te la épo­ca navi­de­ña, Sha­kes­pea­re pudo haber sen­ti­do que su repu­tación artís­ti­ca y posi­ción finan­cie­ra aho­ra eran lo sufi­cien­te­men­te segu­ras como para des­ace­le­rar­se un poco.

En cual­quier caso, escri­bió solo dos obras,  Duo­dé­ci­ma noche y Troi­lo y Cré­si­da , entre prin­ci­pios de 1600 y la muer­te de la rei­na Isa­bel en la pri­ma­ve­ra de 1603. En sus últi­mos años, aña­dió tres gran­des tra­ge­dias a la obra de su vida: El rey Lear , Mac­beth , y Anto­nio y Cleo­pa­tra .

Sha­kes­pea­re murió pre­ma­tu­ra­men­te a la edad de 52 años en 1616. El mun­do isa­be­lino al que había per­te­ne­ci­do se extin­guió rápi­da­men­te. Ingla­te­rra pron­to se vio envuel­ta en una bru­tal gue­rra civil que lle­vó al poder a los puri­ta­nos de línea dura. Uno de sus pri­me­ros actos fue cerrar los tea­tros de Lon­dres y derri­bar el Globe.


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