Actualizado el lunes, 24 junio, 2024
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No podemos olvidar que la cultura no es inherente al ser humano sino que se transmite por aprendizaje social. Una generación repite o emula lo que hacía la previa sin que muchas veces, se conozca el incluso el origen de por qué empezó a desarrollarse. Esperamos que esta historia te ayude a entenderlo.
Lo cultural no siempre es deseable. La cultura implica una revisión constante incluso de si misma. Me gusta mucho esta entrevista a Luisa Etxenike en la que nos recuerda que la cultura no debe ser una actividad para nuestro tiempo libre; sino lo que nos hace libres todo el tiempo. Sin embargo, por ahora, llamamos cultura a cualquier cosa. Cultura puede ser la monarquía o la democracia, la ciencia o la religión, las peleas de gallos o la danza. Por tanto, decir «cultura» no implica que algo sea bueno o malo, deseable o criticable. Y redefinir y pulir nuestra propia cultura, una responsabilidad de cada nueva generación.
Monos y Plátanos
Un equipo de investigación formado básicamente por zoólogos y antropólogos encerró a cinco monos en una jaula. En el centro colocaron una escalera y, sobre ella, un racimo de plátanos.
Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos los científicos lanzaban un chorro de agua fría a presión sobre los que se quedaban en el suelo.
Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono intentaba subir la escalera, el resto lo impedían.
Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono se atrevía a subir la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.
Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo.
Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los plátanos fue intentar subir la escalera. Los otros, rápidamente, le bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos.
Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso.
El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos.
Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.
Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».
Millones de personas en todo el mundo se han sentido muy identificados pero como descubrió Cristian Campos en JotDown cierto es que ese experimento jamás se llevó a cabo. Es una invención que posible nació de Gary Hamel y C.K. Prahalad, que en 1996 escribieron la que parece ser la primera versión de la historia en su libro de autoayuda Competing for the future.
Quizá la fábula naciera de versionar un experimento real llevado a cabo por el zoólogo estadounidense Gordon R. Stephenson en la universidad de Wisconsin en 1967. El experimento real se describe en el artículo Cultural acquisition of a specific learned response among rhesus monkeys.
El experimento de Stephenson consistía en lograr que un mono asociara un determinado objeto con un castigo X. Después se introducía a monos no entrenados en la misma jaula del mono entrenado para observar la reacción de este cuando sus nuevos compañeros se acercaban al objeto en cuestión. En una de las ocasiones, el mono entrenado apartó de forma brusca al no entrenado para advertirle del peligro y mostraron expresiones de agresividad y de miedo cuando un mono no entrenado intentó manipular el objeto.
Curiosamente, cuando se sacaba de la jaula al mono entrenado, los monos no entrenados mostraban un índice de manipulación del objeto menor que otros de un grupo de control. El experimento no obtuvo los mismos resultados con las hembras, que demostraron menor aprensión hacia el objeto y que perdían el miedo en cuanto veían a otra hembra manipularlo sin que le ocurriera nada.
Sí, el experimento de los monos y la escalera puede ser falso, pero su conclusión, su moraleja, todos la hemos sentido alguna vez.
¿Alguna vez has escuchado sobre el efecto del quinto mono? Este fenómeno se refiere a la idea de que la información y las tendencias culturales se propagan de manera similar a la forma en que los monos se pasan la comida de unos a otros. Es decir, una vez que cierto número de individuos ha adoptado una nueva práctica o comportamiento, ésta se propaga de manera viral. En este artículo exploraremos cómo este efecto puede afectar nuestra comprensión de la cultura de nuestro propio país.
¿Qué es el efecto del quinto mono?
El efecto del quinto mono es un término popularizado por el libro «El quinto mono», escrito por Geoff Watts en 1996. El libro narra la historia de un experimento en el que un grupo de monos aprendió a lavar papas antes de comerlas. Una vez que un número suficiente de monos aprendió la práctica, de repente, otros monos en una isla cercana comenzaron a lavar sus propias papas. Este fenómeno se ha utilizado como una metáfora para explicar cómo los comportamientos y tendencias culturales se propagan en la sociedad humana.
¿Cómo se aplica el efecto del quinto mono a la cultura?
En la cultura, el efecto del quinto mono se refiere a la idea de que las tendencias y prácticas culturales se propagan de manera similar a la forma en que los monos comparten su comida. Una vez que un número suficiente de personas ha adoptado un comportamiento o práctica, se convierte en una tendencia cultural. Esta tendencia puede ser positiva o negativa, pero una vez que se propaga, se convierte en una parte integral de la cultura.
¿Cómo puede el efecto del quinto mono afectar nuestra comprensión de la cultura?
El efecto del quinto mono puede tener un impacto significativo en cómo entendemos y percibimos la cultura de nuestro propio país. Si una tendencia cultural se ha propagado ampliamente, puede ser difícil distinguirla de la cultura en general. Esto puede hacer que las personas piensen que una tendencia cultural es una parte integral de su propia cultura, cuando en realidad puede ser una moda pasajera o una tendencia temporal.
Por ejemplo, en los últimos años, la tendencia de seguir dietas vegetarianas o veganas ha aumentado significativamente en muchos países occidentales. Si una persona se encontrara rodeada de personas que siguen estas dietas, podría pensar que esto es una parte integral de la cultura alimentaria de su propio país, cuando en realidad puede ser solo una tendencia temporal. Esto puede llevar a una comprensión incompleta o inexacta de la cultura en su conjunto.
¿Cómo podemos evitar el efecto del quinto mono?
Una forma de evitar el efecto del quinto mono es ser críticos con las tendencias culturales y preguntarnos si son una parte integral de nuestra cultura o simplemente una moda pasajera. También es importante explorar y aprender sobre la historia y la diversidad cultural de nuestro propio país para obtener una comprensión más completa y precisa de nuestra cultura.
La historia de las ratas y la esperanza
En 1950, Curt Richter, un profesor universitario, condujo un experimento espeluznante con unas ratas para estudiar cuanto tiempo podían sobrevivir antes de ahogarse. Advertimos que este experimento tiene un alto componente de crueldad animal y puede herir tu sensibilidad:
Primero tomó una docena de ratas, las puso en unos tarros de cristal, los llenó con agua y observó como se ahogaban. Las jarras eran muy grandes, así que las no podían agarrarse a los lados, o saltar fuera.
De media, dejaban de resistirse tras unos 15 minutos.
Pero entonces, Richter le dio un giro a su experimento.
Justo antes de que murieran de cansancio, los investigadores sacaban a las ratas de los frascos, las secaban y las dejaban descansar unos minutos para volver de nuevo a ponerlas dentro para una segunda vuelta.
¿Cuánto tiempo crees que duraron las ratas? ¿Otros 15 minutos? ¿10 minutos? ¿5? No, 60 horas.
No es un error, las ratas nadaron durante 60 horas.
Los resultados demostraron que tras “salvar” a las ratas justo antes de que se ahogaran hizo que éstas nadaran aproximadamente 240 veces más cuando se las volvía a poner dentro del frasco.
Hubo una rata que nadó durante 81 horas.
La conclusión es que las ratas creyeron que iban a ser rescatadas, y por eso continuaron nadando a un nivel que previamente se pensó que era imposible.
Esta historia se suele explicar en psicología positiva como ejemplo de la importancia de la “esperanza y el optimismo”.
Es obvio que la mayoría de gente puede hacer más cuando reciben ánimos o estímulos, y paran o abandonan cuando no tienen esperanza o suficiente apreciación.
Una respuesta a «El efecto del quinto mono o por qué no entiendes ni la cultura de tu propio país»