Actualizado el jueves, 20 junio, 2019
A diez kilómetros de Damasco se encuentra Douma, uno de los escenarios de enfrentamiento entre grupos rebeldes y el ejército de Bashar al-Assad. Allí viven Akram Abo Alfoz y su familia. Antes de que la guerra destrozara Siria, Alfoz se ganaba la vida decorando objetos de vidrio. Ahora recoge los restos que el conflicto ha dejado en las calles de la ciudad sitiada -cascos, bombas, balas- y los colorea con diseños y patrones de inspiración Levantina, reinventándolos como muestra este vídeo.
El artista considera sus pinturas «un testimonio de esta época». «Sirven como mensaje de esperanza, constancia y lucha al mismo tiempo», afirmaba en una entrevista a Middle East Eye. «También son un recordatorio para aquellos que aunque nos ven, permanecen en silencio», añadía con tristeza. Los hijos de Alfoz le acompañan durante todo el proceso artístico, ya que pintar sobre objetos tan macabros «ayuda a alejar el terror de sus ojos «. Como en agosto de 2015 cuando en su intento por destruir los cuarteles de Jaysh Al-Islam, la fuerza aérea siria bombardeó la principal calle de Douma, en hora punta de mercado.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, murieron 96 personas y otras 200 resultaron heridas, aunque Médicos Sin Fronteras daba otras cifras. Naciones Unidas lo calificó como «posible crimen de guerra» expresando su «horror ante la absoluta falta de respeto por las vidas de los civiles«.
Desde su inicio en 2011, el conflicto sirio deja más de 250.000 muertos y cuatro veces esa cifra de mutilados de guerra. Existen más de seis millones de desplazados internos y cuatro millones de personas han huido del país como refugiados, la mayoría a Jordania, Iraq y Líbano. El éxodo de la «mayor crisis humanitaria y de refugiados de nuestro tiempo» según el Alto Comisionado del ACNUR, Filippo Grandi, les ha llevado también a Turquía y Grecia, donde viven en condiciones lamentables.
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