Actualizado el miércoles, 6 enero, 2021
Agnès Varda, nacida en 1928 en Bélgica, es una de las directoras más curiosas de la Nouvelle Vague. La Nouvelle Vague, es un movimiento cinematográfico que surgió en Francia en los años cincuenta de la mano de Truffaut, Godard, Chabrol y Rohmer, principalmente. Fue un estilo que rompió con las leyes clásicas de Hollywood e incorporó la vida social y popular de la sociedad francesa, cogiendo a actores y a actrices de la calle, y grabando inicialmente con materiales rudimentarios. Muchas de las películas tenían un transfondo político y social, cuestionaban valores tradicionales, adoptaban la moda del momento y tenían un posicionamiento político frente a los conflictos de la época, sobre todo aplicado por Jean-Luc-Godard.
Agnès Varda produjo cincuenta y un films, muchos de los cuales trataban temas relacionados con la mujer, como el cortometraje Respuesta de mujeres: nuestro cuerpo, nuestro sexo de 1975. Sus films cuestionaban valores, como podemos observar en La felicidad del año 1965; o trataban sobre movimientos políticos y sociales, como en Panteras negras (1969). Muchos de sus películas las realizaba en formato documental. De hecho, Agnès Varda era una gran fotógrafa, directora y documentalista.
La película que la dio a conocer en el mundo entero y que la llevó a los Estados Unidos, fue Cleo de 5 a 7 (1962), un film muy emotivo de una mujer cantante, que se cree terriblemente enferma, y que en un momento determinado de su vida realiza una profunda revaloración y reflexión, de la que surgen conversaciones trascendentales e interesantes.
Varda también trató aspectos como el feminismo y la visión optimista de la vida en películas como Una canta, la otra no (1977). En esta línea, Varda firmó el «Manifiesto de las 343», una declaración publicada el 5 de abril de 1971 en el número 334 de la revista francesa «Le Nouvel Observateur» y firmada por 343 mujeres que afirmaban haber tenido un aborto y que, consiguientemente, se exponían a ser sometidas a procedimientos penales que podían llegar hasta el ingreso en prisión.
El manifiesto, redactado por Simone de Beauvoir, comenzaba así:
«Un millón de mujeres abortan cada año en Francia.
Ellas lo hacen en condiciones peligrosas debido a la clandestinidad a la que son condenadas cuando esta operación, practicada bajo control médico, es una de las más simples.
Se sume en el silencio a estos millones de mujeres.
Yo declaro que soy una de ellas. Declaro haber abortado.
Al igual que reclamamos el libre acceso a los medios anticonceptivos, reclamamos el aborto libre.»
Toda la obra de Agnès Varda presenta un carácter experimental. Algunas de sus producciones muestran un tono muy crítico, como por ejemplo su obra Sin techo ni ley (1985), que obtuvo el León de Oro del Festival de cine de Venecia. La película trata el fenómeno autodestructivo de la pereza, protagonizada por una joven maleducada y dejada, que vaga por el mundo. A lo largo del film, Mona, la protagonista, va encontrando a personas que le ofrecen trabajo, pero ella rechaza todas las oportunidades y acaba entrando en una esprial de pasividad y autodestrucción, producida por este pecado capital. La directora utiliza unas formas en el guión, la interpretación y el lenguaje que hacen aborrecer al personaje, una buena forma de concienciar al público de los terribles efectos de la pereza. No creo que nadie quiera acabar como Mona, en esta película escalofriante, una de las más y mejor valoradas de esta magnífica directora.
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