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Si te amas a ti mismo, deja de ver Juego de Tronos 1

Si te amas a ti mismo, deja de ver Juego de Tronos

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Actualizado el miércoles, 6 julio, 2016

Una reflexión en defensa del sentido de conjunto a través de una de la series más vistas de la historia.

Lo importante es repensar acerca de la FORMA en que vemos series, películas o cualquier producto altamente mediático en el que se interactúa sin salirse de la atmósfera del producto digital en cuestión.

En estos nuestros tiempos neoliberales y posmodernos, donde las grandes producciones audiovisuales que una vez fueron objeto de vicio de muy pocos han sido traídas -mediante fuerzas e intereses superiores a nuestra imaginación- hasta nuestros salones y manos, y donde importa más la forma que el contenido, no existe el espacio para la interacción real, para la calle, ni para la reconstrucción del sentido de conjunto.

El sentido de conjunto pasa ahora por ver Juego de Tronos, una serie que prometía hacer las delicias de los politólogos pero que se ha masificado a tal punto que ha pasado de mostrar cómo coexisten y entran en conflicto a la vez diferentes formas de concebir el poder a tratar la violencia y el sexo como fines en sí mismos. Hoy, pienso con más seguridad que nunca, que los héroes de verdad se encuentran en aquellos que intentan reconocerse como seres humanos, ni más ni menos. La épica está en la calle, en las esquinas y en aquella niña de 10 años que tras pedir dinero la tarde entera bajo la jodida llovizna limeña lleva un regalo a sus hermanos menores empujada por puro amor.

Esta reflexión no es una crítica a la serie, como por ejemplo la hacía Juan Carlos Monedero quien buscaba quizá en una serie norteamericana una herramienta de apalancamiento social «Juego de tronos es muy mentirosa, es como Gandía Shore pero con un enano astuto y algunos personajes interesantes; más que los de Gandía Shore, claro, pero en el fondo es lo mismo: poder, dinero sexo, fama. Me parece más real Gandía Shore porque nos muestra las bases que hay detrás».

Lo cierto es que Juego de Tronos es eso y a la vez mucho más que eso. En la reflexión se utiliza esta serie para poner sobre la mesa una serie de elementos que concatenados conforman una humilde propuesta para regenerar el sentido de conjunto que, afirmo, está perdido y dejado a la suerte de un espectáculo mediático que utiliza las TICs para engancharnos.

La ficción bien narrada en clave occidental tiene un fuerte poder de atracción, de interpelarnos…

La industria digital ya lo sabe, vendernos otra realidad con la cual sentir emociones reales que simplemente se activen con lo estéticamente “permitido”, no sólo es posible sino rentable. Imagen: Escena de la serie Juego de Tronos
«La industria digital ya lo sabe, vendernos otra realidad con la cual sentir emociones reales que simplemente se activen con lo estéticamente “permitido”, no sólo es posible sino rentable.»

La ficción bien narrada en clave occidental tiene un fuerte poder de atracción, de interpelarnos, especialmente aquí en el sur. Decía Slavoj Zizek que en el estreno de Titanic, la sala de cine se enfureció y se sintió fácilmente indignada al ver que al joven Jack Dawson (Leonardo Di Caprio) no se le permitían ingresar a la planta del barco donde se encontraba su amada reservada a gente de clase alta por ser una persona que viajaba compartiendo litera en la zona baja del barco. Sin embargo, afirmaba, es el triple de complicado que alguien se indigne al percibir las desigualdades cotidianas, la desfachatez de algunos y la injusticia. Esa ficción a servicio del marketing también ayuda a Starbucks a hacernos creer que tomar un café allí significa reivindicar nuestra independencia y juventud o que tener una laptop marca Apple es sinónimo de loca y productiva creatividad.

La gente lamenta en redes cibernéticas (me cuesta llamarlas sociales) la muerte de no sé qué personaje de TV, empatiza con la lesión de no sé qué futbolista, y se indigna con la puesta de cuernos de no sé qué cantante/actor/torero. La industria digital ya lo sabe, vendernos otra realidad con la cual sentir emociones reales que simplemente se activen con lo estéticamente “permitido”, no sólo es posible sino rentable. La realidad, nos dicen éstos, “es muy dura de afrontar y muy difícil de cambiar, mejor quédate en el sofá, aquí te mostramos tramas irresolubles e historias duras de verdad, que incluso acaban con la muerte de tu personaje favorito, ¡es casi peor que la calle!”

Por esto, la industria del cine está en declive y la serial en alza, son personas –normalmente hombres, blancos mayores de 50 años y de vicios inconfesables- las que han tomado esta decisión, pasamos muchas horas delante de la pantalla, lo equivalente, al menos, a 2 películas al día. ¿Así que por qué invertir en mantenernos dos horas a la semana (lo que produce el cine) frente a una pantalla grande cuando puede ser todos los días? Ganan dinero mientras nos mantienen apasionados, enamorados, enfurecidos, indignados y malentonados, eso sí, siempre y cuando estemos en nuestras casitas delante de la TV, y a ser posible recemos a un dios por las noches cuando tengamos miedo de verdad.

La obra de Kafka siempre está presente en mi día a día, y ahora es muy pertinente, “dada la falta de sentido de conjunto ¿cómo no esperar la peor de las corrupciones?” se preguntaba inocentemente el protagonista de “El Proceso” cuando se encaraba unos malos, ociosos y altivos funcionarios de la justicia prusiana hace 100 años.

Yo no lo sé. Con internet y las TICs albergo una gran esperanza; poder articular movimientos, redes de personas dispuestas a arriesgar todo (o algo) por conseguir cambios mínimos y plataformas que posibiliten la comunicación horizontal, que nos podamos ver de tú a tú y reconstruir así el sentido común y el sentido de conjunto. Pero, las TICs son un arma de doble filo que, como arma, sólo es utilizada por los otros (los poderosos). ¿Cuándo se jodió todo eso? Es una pregunta impertinente para empezar una obra, pero una gran pregunta a olvidar si queremos arreglar esto.

"“dada la falta de sentido de conjunto ¿cómo no esperar la peor de las corrupciones?” se preguntaba inocentemente el protagonista de “El Proceso” ". Imagen: Escena de la serie Juego de Tronos
«“dada la falta de sentido de conjunto ¿cómo no esperar la peor de las corrupciones?” se preguntaba inocentemente el protagonista de “El Proceso” «

Jesucristo lo veía bastante jodido también, quien, por cierto, es el primer y uno de los mejores comunistas del que he leído, es antisistema (lucha contra el status quo judío –poder económico- y el paganismo romano –poder militar/coercitivo-) y posee un discurso que me recuerda a Lenin (o Lenin me recuerda a Jesucristo), éste consiste en la transformación de la realidad a través de la acción conjunta con un objetivo claro, el fortalecimiento de la fe (convicción, empoderamiento, desalinearse para los comunistas) y el aumento en número y fuerzas para extender la palabra de dios (la lógica de la vanguardia y la disciplina partidista para los comunistas) que luego traería el paraíso (el comunismo para los comunistas).

¿Acaso las iglesias no hacen el trabajo político y de activismo (por decirlo de alguna manera) que nosotros deberíamos hacer con nuestros amigos y familiares?

Yo no creo en dios, ni en Jesús como su hijo, pero creo que éste existió y que su discurso en torno a “amor al prójimo”* es más válido que nunca para empezar a desalinearnos de lo que nos introducen en la cabeza por todas partes mediante una bella sonrisa los mejores jugadores de este salvaje juego (salvaje por sus reglas y lógica de “pisar o ser pisado”) llamado capitalismo: las grandes empresas, bancos y los media.

El sentido de conjunto pasa por, en una cierta medida, volvamos a confiar y a creer en el prójimo, en nosotros mismos, una vez nuestra concepción de amor haya sido trastocado. Amarse a sí mismo -dadas nuestras infinitas limitaciones pero nuestras múltiples habilidades y poderes únicos en el universo- es amar al prójimo, amarse a sí mismo, es empezar a reconstruir el sentido del conjunto. Lo que pasa por reconocer héroes y heroínas en la cotidianidad de nuestras vidas, tan reales como únicas y dejar a la ficción en el espacio que se merece; una entretenida metáfora de la realidad.

"El sentido de conjunto pasa por, en una cierta medida, volvamos a confiar y a creer en el prójimo, en nosotros mismos, una vez nuestra concepción de amor haya sido trastocado." Imagen: Escena de la serie Juego de Tronos
«El sentido de conjunto pasa por, en una cierta medida, volvamos a confiar y a creer en el prójimo, en nosotros mismos, una vez nuestra concepción de amor haya sido trastocado.»

Así que, ¿qué relación guarda el mensaje de Jesucristo con Juego de Tronos?

No estoy muy seguro, pero para alguien que niega la existencia de un dios allá arriba o allá abajo, lo interesante es la síntesis que puede construirse de dos conceptos -uno católico y uno kafkiano- con el objetivo de recuperar el sentido de conjunto: Se trata de reconstruirlo, que hoy se encuentra abandonado en series como Juego de Tronos (lo que no significa dejar de verlo per se), a través del “amor a nosotros mismos”.

*Prójimo: en hebreo el término es ‘er rea’: “algo que está enfrente”. En lengua griega es πλησίον (plesion) que puede traducirse como «vecino» o «amigo», y que se aplica, según el contexto, a los pertenecientes a la propia comunidad (los judíos) o a los de otras comunidades.


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