Actualizado el martes, 9 enero, 2024
Paco Nadal (un blogero de El País) estaba de viaje estos días por Noruega, uno de esos países que parecen prácticamente perfectos. De hecho Noruega ha estado encabezando el Índice de Desarrollo Humano durante 5 años consecutivos. Noruega es un ejemplo de país inclusivo, igualitario, con una gestión responsable y sostenible de sus recursos, que piensa a largo plazo y que lo hace mirando a sus futuras generaciones.
Pero lo que a Paco impresionó no fueron los datos macroeconómicos del país nórdico (que también) sino sus pequeñas anécdotas, como la que se presenta en este post. Paco viajaba el pasado 27 de julio por una carretera local que recorre el fiordo de Hardanger, en el suroeste del país. Se trataba de una zona agrícola en la que crecen manzanas sidreras y cerezas de color bermellón.
Viajando por la región Paco se percató que muchos agricultores instalan en la orilla de la carretera pequeñas casetas (como la de la foto de arriba) en las que venden directamente sus cerezas: del productor al consumidor. Una bandeja de plástico con unos 400 gramos de moreller (cerezas) por 40 coronas (5 euros). Hasta aquí normal: esto sucede en muchos otros sitios de alrededor del mundo.
Lo anormal -el norwegian way of life, tal y como apunta Paco- es que el agricultor deja la caseta sola durante todo el día al borde de la carretera, con la mercancía y un pequeño cesto para que cada comprador pague el importe de su compra. Tú mismo coges el cambio. Se puede ver en la foto inferior: fruta a discrección y al lado, el dinero en metálico en un bote de cristal.
Iniciativas como esta no sólo tienen lugar en Noruega. Países como Dinamarca, Suiza o Escocia también tienen experiencias similares. En la localidad de Todmorten (Reino Unido) existen numerosos cultivos públicos y a mano de los transeúntes con un cartel que indica «Sírvase usted mismo», fomentando que cualquier persona pueda recogerlos, lo que lo convierte en una increíble experiencia de horticultura comunitaria. En España los peregrinos que realizan el camino de Santiago pagan la voluntad en muchos de los refugios que los acogen, en Colombia existe el proyecto denominado Biblioparadas (aunque custodiados por vigilantes voluntarios). Existen otros proyectos como el Bookcrossing .
Paco termina con una reflexión. ¿Podría suceder algo como esto en España (o un país latino) donde la «picaresca» suele ser más predominante? ¿Crees que se podría trasladar esta iniciativa a tu país?
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