Actualizado el lunes, 16 mayo, 2016
El mundo de hoy sería irreconocible para alguien que vivió en la Edad Antigua. Un hipotético viajero del pasado se quedaría perplejo y asustado ante nuestro mundo mecanizado. Sólo encontraría una cosa que, a pesar de los siglos, se ha mantenido con un aspecto semejante: los juguetes. Es cierto que los pequeños se inclinan, cada vez más, por consolas, tablets y otros dispositivos; sin embargo, en la primera infancia persisten juguetes clásicos. Muy clásicos.
Las investigaciones arqueológicas marcan que los primeros juguetes aparecieron hace 5.000 años en Mesopotamia: muchos no eran más que fragmentos de huesos de animales. Los hallazgos en tierras egipcias demostraron que la civilización de los faraones ya contaba con pelotas, peonzas y las primeras miniaturas que representaban personas, animales y herramientas de la vida adulta. Varias exposiciones por todo el mundo han reunido muestras de los artilugios que, durante toda la Historia, han entretenido a los niños. En España, el Museu Badalona organizó la muestra Juegos y juguetes de la Antigüedad, que reunió piezas correspondientes a la Edad Antigua y la Edad Media. Los objetos exhibidos demuestran que no hemos cambiado tanto. En aquellas épocas, ya se divertían con soldaditos, dados, vasijas minúsculas o caballitos con ruedas.
El historiador Johan Huizinga rebautizó a nuestra especie bajo el nombre de homo ludens (hombre que juega) para señalar que el juego es inherente al ser humano y que ningún desarrollo cultural habría sido posible sin la aptitud lúdica. La intención del juego es representar la realidad y experimentar con ella, tantear sus posibilidades y sus límites. El fin de esos objetos rudimentarios era, como es hoy, el aprendizaje y la comunicación. Al verlos, resulta inevitable pensar que, por muy turbulenta que haya sido la Historia de la humanidad, los niños siempre han vivido en un mundo pequeño e inocente.
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